domingo, 15 de septiembre de 2013

Capítulo 35: "Mal perdedor"



Penúltimo capítulo.





Mal perdedor.
Parte I
Narra Nicole.

Abro los ojos lentamente, notando como sus fuertes brazos llenos de tatuajes rozan la piel de mis extremidades. Aspiro fuerte, saboreando el entorno meloso que yace en el aire. Si el amor tuviera un olor, de seguro que sería éste. Vuelvo a aspirar, llegando a la conclusión que todo huele a él y a mí, y a lo que surgió ayer entre caricias y besos. Huele a nosotros, pienso idiotamente, como nunca me había sentido. Me giro, desperezándome. Quiero ver su cara. No sólo su cara, sino todos sus rasgos. Deseo definirlos con las trazas de mis dedos sobre su piel, quiero dibujar sus contornos. Empiezo a contornear sus figuras con la yema de mis dedos, cuando me doy cuenta que nadie ve lo que yo veo. Nadie nunca antes ha sido capaz de llegar y ver que él sólo finge todo el tiempo. Su actuación es tan buena que incluso él, que se ha metido tanto en su papel, se lo ha llegado a creer. Se ve a sí mismo como un monstruo sin corazón cuando en realidad tiene uno, uno de bien grande. Si tan sólo pudiera hacerles entender que él no es como su padre… quizás tenga sangre McCann, pero Justin no se crio de tal forma. He llegado a comprender que no es más que un chico con una realidad difícil de digerir, y algo que lo bloquea. Yo sólo quería que ellos lo aceptaran, que ellos entendieran esto…
Mi madre pareció entender, o hacerse a la idea, por lo menos. Mi hermano, en cambio… Decir que fue un desastre me sabe a poco. Y mi padre…ojalá pudiera intentar hacerle ver que se equivocaba en ciertas cosas.
En cierto modo, todas las personas tenemos un lado no deseado en nuestro interior, siempre hay algo que nos ensombrece. Ambos lados de la moneda la luz y la oscuridad, el bien y el mal son estrictamente necesarios para ser como somos. Ambos lados nos dictan como ser, porque ambos lados somos nosotros mismos. No existe cara sin cruz. No hay sólo bien, o sólo mal. Son directamente proporcionales, se necesitan una con la otra. Por esa razón, si lo pienso bien, puede que Justin haya hecho cosas terribles en su pasado y haya sido alguien al que temer, pero no lo quiero de otra forma porque todo es un paquete, sin todo eso él no sería como es.
Y quizás yo no me hubiera enamorado de él.
Quería que mi padre supiera eso, pero no me voy a quedar estancada en su recuerdo. Sé que tampoco él hubiera querido esto.
Vuelvo a observar su cara, soltando una lágrima. Quería que él te conociera…, pienso con el corazón compungido. De golpe, como si supiera que le estoy hablando a él de alguna forma, abre sus ojos adormilado.
-¿Me he movido demasiado y te he despertado?- pregunta con la voz ronca y grabe por el sueño, dirige su mano derecha hasta sus ojos y lo frota con pereza.
-No, Justin. No te has movido- le digo esbozando una sonrisa por las ocurrencias que tiene. Aunque él se percata de que algo va mal.
-Eh, ¿qué ocurre, nena?- frunce el ceño al preguntarlo.
Pero yo no quiero atosigarle, yo no quiero estropear este momento bonito. ¿Qué puede ser más bonito que despertar con Justin a mi lado abrazándome? Nada.
-Nada, Justin- me excuso-. Sólo estaba mirando tu cara y me he acordado de que todavía no he estrenado apenas la alucinante cámara que me compraste.
-¿Y ya es hora de usarla?- adivina con la cara risueña.
-Si- asiento rápido, le doy un casto beso en los labios y me levanto revoltosa de la cama, descubriéndole un lapso.
Voy hasta el armario dónde guardamos la cámara con todos los accesorios que el loco que tengo por novio me compró. No cupe de emoción cuando fuimos a esa tienda. Fue simplemente increíble. Me compró la cámara que llevaba tanto tiempo soñando con comprarme, con todos sus accesorios adicionales y ahora, puedo decir, que tengo la mejor cámara del mundo. Puede parecer algo superficial pero ahora podré seguir observando el mundo desde un objetivo y, teniendo en cuenta que todo mi material se quedó en mi casa, es mucho más que una cámara. Es mi única manera de realizar lo que más me gusta en este mundo.
Deslizo la mano por la cubierta de la caja negra en la que viene, suspiro. ¿Y qué mejor modelo que Justin? La abro, dispuesta a hacerle un par muchas fotos reflejando como es él, de la forma en la que sólo yo lo he visto.
La saco, agarrándola con fuerza. No puedo permitir que le ocurra nada. Alegremente vuelvo a ir hasta la cama, dónde Justin me observa con media cara pegada a la almohada.
-Eh, cierra los ojos- le ordeno, divertida-. Así parecerá que sigues dormido.
-¡Pero no estoy dormido!- se queja, haciendo un mohín.
-“Parecerá”- hago comillas con mis dedos, dejando la cámara en la mesita de noche-. ¿Aprecias la diferencia?
Suelta una risotada antes de hacerme caso, pero no sin antes murmurar- Mandona.
-Calla, idiota- le reprocho, dándole una colleja. Entonces, vuelvo a coger la cámara y empiezo a captar todo lo que yo veo: su belleza. Le hago una foto, la miro y me sonrojo. Es seguramente la mejor foto que he hecho él, no por como es, sino por lo que representa.
Me subo en su torso, a horcajadas. Enfoco todo su costado, sus brazos descansados pero fuertes, el hueco de su cuello, su mandíbula, su perfil —nariz respingona, ceño relajado, pestañas largas y frondosas, labios rechonchos y rosados, barbilla suave—, el pelo naciente en su nuca, corto, sedoso pero a la vez rasposo, su cabello alborotado en la cresta, el borde que sus patillas marcan delimitando el final de su rostro, su oreja.
Le tomo otra foto. Y otra, pero esta vez, descubro un poco más su cuerpo, dejando ver su torso— sus abdominales comprimidas, el hueso de su pequeña cintura marcando la denominada línea de la “V”, sus costillas marcándose bajo su piel —, e inmediatamente, quiero besar cada parte de su cuerpo para hacerle sentir todo lo querido que pueda hacerle sentir.
-Creo que ya vale de hacerme fotos- se queja, dejando su postura de estatua yacida, cogiéndome las caderas y tratando de balancearme, juguetón. Aprovecho para fotografiar cada movimiento, disparando seguidamente, como si fuera un cortometraje y estas fueran sus diapositivas del dibujo que describe cada movimiento leve de Justin. Rompo a reír, tratando de que no me quite la cámara. Aún eso, él no se rinde en su intento de que le deje de fotografiar, alarga la mano para poder atraparla, sin embargo, yo soy mucho más rápida y me alzo con agilidad sobre mis pies, quedando al tanteo del colchón y, por supuesto, del juego traicionero de las manos de Justin.
-¡Ah, para, para!- empiezo a chillar por si se rompe cuando se incorpora, alcanza mis costados y empieza a martirizarme con unas dichosas cosquillas que, obviamente, me hacen retorcerme hacia abajo y acabar abajo.
-¡Já!- exclama, tan pronto me coge la cámara y la deja en la mesita. Mi largo pelo cae en cascada hacia un lado, estoy encima de él casi rozando su abdominal inferior y Justin queda incorporado acercando así su rostro más al mío. El tiempo se para por unos instantes, en el momento en que sus besos me rozan suavemente. Oh.
A partir de ahí no somos más que una maraña de gestos apasionados, besos robados con fuego, movimientos bruscos. Le muerdo la mandíbula, él me muerde el lóbulo de la oreja. Beso sus labios con fuerza, su lengua lucha contra la mía ferozmente. Me pego más a su cuerpo, él clava sus garras en mi cintura. Atrapo sus brazos, sus manos manosean mi trasero.
Oímos un chasquido leve, pero no le prestamos la menor atención. Hay cosas más importantes que ésa ahora mismo. Sin embargo, la puerta se abre intencionadamente y hay alguien al otro lado del umbral.
-Perdón, perdón, perdón- se disculpa Pattie al darse cuenta que evidentemente ha interrumpido una escena “un tanto incómoda” por su parte.
-¡Mamá!- ruge Justin, en un tono impertinente y de sorpresa.
Aunque no oímos pasos de alejamiento, se apresura a cerrar la puerta.
¡Su madre! Dios, me quiero morir. ¿Por qué sólo me puede pasar a mí esto?
-¡Justin!- le echo bronca, en un chillido agudo al ver que va a permitir que su madre se vaya.
-Auch, ¿qué?
-¿No te atreverás a echarla, verdad? Ya es bastante que nos haya pillada así.
Suelta una risita. Ah, qué bien, se ha despertado chistoso el niño. A mí, en cambio, no me hace ni puñetera gracia.
-Nena, tampoco estábamos haciendo nada malo- vuelve a carcajearse.
Será idiota.
-¡Justin! Sólo dile que pase otra vez- le recrimino, completamente colorada.
-Vale, vale- no evita volver a reírse. Lo fulmino asesinamente por lo que de golpe se calla, cogiendo aire-. ¡Mamá, vuelve!
Inmediatamente la puerta se vuelve a abrir. Yo me posiciono correctamente en la cama, bajo las sábanas. Pattie asoma la cabeza cómicamente antes de abrirla de par en par e incluso más roja que yo, entra adentro.
-Sólo venía a deciros que me voy a la ciudad a visitar a una amiga. No voy a estar durante todo el día, a pesar de que sea el cumpleaños de Ryan- explica-. Aunque no quiera celebrarlo, como siempre, Anna ha insistido y quiere preparar un pastel para festejarlo un poco, ya sabéis. Debéis llevároslo un rato a dar un paseo o lo que sea en cuanto despierte, ¿entendido?
-Vale mamá-contesta Justin, sonriendo como un niño pequeño.
Pattie se dispone a irse antes de volver a girar y mirarnos severa con un todo dulce, comprensivo- No os olvidéis de utilizar protección, por favor.
Y ahí tengo ganas de morirme lentamente. El color de mis mejillas empieza a elevarse considerablemente, teniendo ganas sólo de escabullirme entre las sábanas y no salir jamás. En cambio, el idiota a veces inmaduro e impulsivo de Justin, sonríe a su madre y le contesta- Tranquila mamá, nosotros nos cuidamos.
Tierra trágame.
No pierdo tiempo cuando veo a Pattie desaparecer finalmente. Con la máxima fuerza que tengo, pego a Justin en la espalda. De su garganta, se oye un sonido de desaprobación.
-¿Por qué me pegas ahora? ¿Qué se supone que he hecho?
-¿Qué has hecho? ¿En serio?- abro los ojos de par en par, sin salir de mi asombro- ¡Eres idiota Justin! ¿Cómo pudiste decirle eso?
-¿Lo de…?- formula más para sí mismo, entendiendo mi “enfado”- ¡Venga Nicole! ¿Te creías que mi madre se pensaba que siendo mi novia contaríamos caramelos por la noche?
-Ya lo sé, ¿vale? Es sólo que…-mis mejillas se tiñen aún más de rosa, pero ya no estoy tan segura si es de vergüenza o de que estoy echando humo por su aparente no-me-importa-que-mi-madre-sepa-que-hemos-follado-en-esta-cama comportamiento- No tenías por qué hacerlo tan evidente, ¿sabes?
-Ay, Nicole, Nicole…Relax, mi madre me tuvo con dieciocho. No podemos decir que haya sido una santa, precisamente- explica, divertido, tan pronto me besa en la mejilla dulcemente-. Es lo más normal.
-Te odio- mascullo, mirando sus profundos ojos miel en los que, sinceramente, no me desagradaría para nada volver a perderme. Aunque sigo molesta, mis labios no pierden la oportunidad de darles un corto beso. Me rodea con sus brazos.
-Creo que deberíamos ir a levantar a mi putilla y llevarlo a algún sitio- anuncia el fin de nuestro tiempo de burbuja en la habitación.
-Ya, por cierto, podías haberme avisado que era su cumpleaños- protesto indignada.
-Ryan nunca ha querido celebrarlo, y tampoco le apasiona que se lo digamos a mucha gente.
-¿Por qué?- pregunto extrañada. La vida de estos chicos es realmente complicada, misteriosa.
-Su madre murió en el parto, así que supongo que es un día un poco complicado para él.
-¿Todos tenéis una historia trágica o qué?
-Supongo que estamos jodidos, pero eh, creo que Anna tiene una gran idea.
-Yo también lo creo. No puede no querer celebrar su cumpleaños- hago un mohín al decirlo.
De pronto Justin se levanta y me insta a ir a la habitación de Ryan, el cual sólo está en calzoncillos y completamente dormido.
Suelto una risita al verlo así porque su boca está abierta, prácticamente babeando. Noto que su respiración es dificultosa, quizás porque está obstruyendo su boca con la almohada.
Lo levantamos, con las claramente respuestas bordes, gritos, gruñidos y una colleja por parte de Justin. Cuando conseguimos sacarlo de la cama, lo arrastramos hasta la calle vestido y arreglado para un “día loco de bolera”cita textual de Justin. Yo sólo me limito a reír por ello.




Mal perdedor.
Parte II


Narra Ryan.


Ambos me han arrastrado a la bolera desde antes que consiguiera desperezarme al salir de la cama, y sinceramente, como me estén preparando algo por el día de mi cumpleaños, los mato. Aunque, pensándolo bien, Justin sabe que odio celebrarlo así que no creo que tenga esos planes para hoy.
De todas formas, no me fío ni un pelo. No le veo la gracia a cumplir años, sólo me recuerda que cada vez soy más mayor y no en tanto tiempo deberé decir que en vez de mayor, me estaré haciendo viejo. Y eso no me hace nada de gracia. Todo esto sin comentar que además debo añadir el paso del tiempo para otra cuenta: la muerte de mi madre. Quizás no debería sentirme así pues nunca la llegué a conocer, pero la echo en falta todos los días. Me hubiera encantado presentarle a Anna, de seguro que se habría enamorado de ella como yo—no literalmente hablando, claro—.
-Eso ha sido una paliza brutal, hermano. Admítelo- me mofo de él tan pronto tumbamos nuestra calle.
-No te flipes Ryan, no me has ganado por tanto- protesta con el ceño fruncido.
-Los dos habéis olvidado la paliza que os he metido yo antes de que jugarais una vosotros dos solitos- nos reprocha Nicole, orgullosa de sí misma.
-¡Venga ya, Nicki! Te hemos dejado ganar por ser novata- le contesto.
-Eso es, nena. Somos los mejores jugando a los bolos. Nadie nos puede ganar excepto nosotros mismos- me sigue Justin.
Esa es la pura verdad pero también es que Nicole juega malditamente bien, a pesar de ser la primera vez que jugaba. Ha sido increíble.
-Mira que sois malos perdedores- murmulla de vuelta. Justin, por un momento, endurece la mirada severamente.
Abrimos la puerta al llegar y sorpresa, Anna me chilla un fuerte “¡Felicidades Ryan!” en cuanto entramos. La voy a matar; pero la adoro por ello.
El recibidor está lleno de globitos de colores rozando el techo y de tiras de colorines balanceándose en suspense hasta el suelo. Sobre su cabeza, descansa un gorrito puntiagudo de color azul celeste con purpurina. Sus ojos centellen debajo, expectantes a mi reacción. Y aunque quiero matarla por no hacerme caso, sólo puedo hacer más que sonreír, ir hasta ella y plantarle un fuerte abrazo.
-Te quiero matar por esto- le susurro al oído.
-Lo sé, por eso lo he hecho- contesta emocionada, aunque un tono de picardía es visible en su voz.
-Bueno parejita, ¿vamos a comer pastel o no?- chafa el momento el bocazas de Justin.
-Antes de que se coman entre ellos…-murmura Nicole, por detrás.
-Oye, oye, que nosotros aguantamos ayer los gemidos de placer y los “oh sí, oh”, eh-les recrimina Anna. Así se habla, nena, pienso orgulloso de toda ella. Nicole encoleriza de vergüenza y Justin se ríe por debajo de la nariz.
-¿Pastel?- pregunto, clavando mi mirada contenta en la suya todavía más.
-Pastel. Como sé que te encantan los pasteles que hago, he hecho uno para hoy.
-Nena, a mí me gusta todo lo que haces- le contesto con segundas intenciones.
Se muerde el labio, mientras nos encabeza hasta la cocina. Es tan malditamente sexy. Nos pide que no abramos los ojos hasta que ella lo diga puesto que tiene que sacarlo de la nevera. Uhm, así que será frío, adivino mientras que me dispongo a hacer lo que me pide. Todos cerramos los ojos expectantes e inmediatamente mi oído trata de captar todos los movimientos que ella hace. Oigo sus piernas moverse hasta la nevera, después, el sonido de la goma al separarse y de la resistencia del vacío. Dicho pastel debe estar en una bandeja de cristal dado que oigo el sonido vidriado cuando raspa con la bandeja del aparato. A continuación, abre uno de los cajones de los armarios de la cocina, saca algo. Pronto sé que es un mechero pues oigo el clic al prenderlo, incluso el chasquido del fuego. Entonces, percibo como se vuelve a acercar a nosotros.
-Ya podéis abrirlos- anuncia. Con muchas ganas de saber qué tipo de pastel ha preparado—y de devorarlo rápidamente— abro los ojos, nunca esperando lo que captan. Abro la boca de par en par antes de que una risotada sonora emerja de mi boca.
No tardan en unirse Justin y Nicole, riendo cual posesos. La verdad es que el pastel es la clave, literalmente. Nunca me canso de verme sorprendido por ella, se cómo es y de las paridas y tonterías que llega a hacer para que nos riamos. Es toda una bromista—con bastante fundamente, hay que admitir—, porque como ella dice: ¿Qué es una vida sin risa?
El pastel es un bizcocho blando y jugoso de limón con una cobertura fondant de color crema anaranjada. En la esquina izquierda hay tres moras rojas azucaradas incrustadas en la superficie con una “R” de chocolate tumbada encima de ellas. Más abajo, la figura de un gran pene de chocolate en relieve—intuyo que también de bizcocho, pero recubierto de chocolate negro— con un poco de semen blanco goteando. Por último, grandes letras de palo de chocolate anuncian el gran mensaje de la tarta: “NO TE DEJARÉ NADA”, refiriéndose a mi semen. Las velas con el número 21 en rojo encendidas en la esquina derecha.
Continúo riéndome como loco después de varios segundos bastante largos. Anna se está aguantando pero poco a poco se une también a nuestra retahíla de carcajadas. Está mujer no tiene remedio, pienso antes de soplar las velas con fuerza.
-¡Felicidades Ryan!- dicen ellas dos al unísono.
-¡No crezcas putilla!- chilla Justin, todavía partiéndose el culo.
Anna deja la tarta encima de la encimera. Mis brazos no tardan en rodearla calurosamente y otorgarle un beso húmedo en los labios.
-¿Captas la indirecta?- susurra en mi oído al separarse.
-La pondremos en práctica después- murmuro ronco de vuelta.
Justin vuelve a estallar en carcajadas por oírnos y yo le pego una colleja.
-Yo no quiero estar aquí mientras “lo ponéis en práctica”- comenta haciendo comillas.
-Así que después de comer un poco de tarta, nos iremos mejor- hace hincapié a la idea Nicole.
-Mejor, así podremos tener un rato a solas- dice Anna sacándoles la lengua, risueña.


***

La estrujo entre mis brazos fuertemente. Ella es lo más valioso que tengo. Respiro el aroma de sus cabellos, embriagándome por el olor. Su cuerpo descansa sobre mis piernas mientras tomamos el pastel paulatinamente.
-¿El pene es para ti o para mí?- pregunto, bromeando. Casi nos hemos acabado lo que quedaba del pastel, que era mucho.
-Ya sé que te encanta, pero el pene siempre es para mí- contesta tan pronto lo coge, desenganchándolo del bizcocho en sí y empezándoselo a comer.
Suelto una risita idiota, agarrando de igual forma el último trozo de pastel que queda. En un bocado, prácticamente me meto medio trozo en la boca.
-¿Sabes Ryan? Siempre he querido que tengamos una tradición- me confiesa ella, ladeando la cabeza para poder mirarme a los ojos.
La recopilación de música que ha puesto en cuanto se fueron Nicole y Justin sigue sonando lentamente, marcando un ritmo en sintonía con el latido de nuestros corazones. La voz de Kellin Quinn se abre paso entre la melodía pausada. Iris inunda la cocina con cada uno de sus ritmos y su letra. And I’d give up forever to touch you, ‘cause I know that you feel me somehow…
-¿Una tradición? ¿Así para hacerla siempre?- pregunto, bastante idiotamente cabe decir.
-Sí, Ryan… Siempre he pensado que sería muy bonito- murmura, su voz destila esperanza, dulzura, suavidad.
You’re the closest to heaven that I’ll ever be.
Y solo escuchando esa frase, entiendo que es exactamente lo que siento. Ya sé qué tradición podemos tener. Sonrío en cuanto se me ocurre tal cursilería. Me levanto de la silla de golpe, con cuidado posando mis manos en su cadera para empujarla hacia el suelo, y le tiendo la mano.
-¿Bailas conmigo?- le pregunto, mientras asomo una sonrisa triunfante. Anna me mira coqueta, aceptando mi invitación.
-Claro, Benson.
Coloco mis manos en su cadera y ella pone las suyas alrededor de mi cuello. Nuestros pies se empiezan a mover al son de la radiante música. ‘Cause I don’t think that they’d understand. When everything’s made to be broken… Mi cabeza se coloca en el hueco de su cuello, ella hace igual. Su olor me embriaga una vez más, proporcionándome el confort que siempre he necesitado. Con ella me siento seguro: por primera vez en mi vida entiendo que quizás no siento la necesidad tan fuerte de protegerla, sino de sentirme protegido con ella. Nadie había sido de esta forma conmigo antes; tan comprensiva, tan paciente, tan tolerante.
-Esta puede ser nuestra tradición, nena- susurro en su oreja, notando como su piel se eriza bajo mi contacto.
-¿Bailar esta canción?- pregunta trémula.
Or the moment of truth in your lies…
-Bailar antes de acostarnos esta canción, siempre, aunque las cosas vayan mal entre nosotros. Es como decir que aunque las cosas puedan flaquear, seguiremos sintiendo la necesidad de bailarla, de amarnos- explico, dando a entender qué es lo que quiero que signifique esta canción para nosotros.
Seguimos agarrados, entrelazados entre notas, entre movimientos pausados. Toda una vida por delante y toda la vida para bailar la canción.
Cuando finaliza, me separo de ella y la beso apasionadamente. Mi lengua juega con la suya, como si llevaran largo tiempo sin encontrarse. Se preguntan cómo están la una a la otra, se explican sus necesidades y se piensan como hacer el momento más divertido todavía.
-¿Probamos la indirecta?- me susurra lujuriosa, sin apenas aire, cuando sus labios se separan de los míos.
-Encantado, nena- respondo, la empujo suavemente contra los armarios bajos mientras la beso. Ella gime al sentir como arrimo más mi cuerpo. Sus manos van a mis caderas, invitándome a que reduzca mucho más el espacio.
La alzo en un movimiento brusco sobre la encimera. Entonces, me dispongo a morder su cuello y a lamer cada centímetro de su piel hasta el borde de su escote. Ella sabe que ahora más que nunca molesta la ropa una barbaridad pues no tarda en quitarse con rapidez la camiseta, dejando expuestos sus apetitosos pechos en un precioso y malditamente sensual sujetador de encaje negro. Agh, no me puede estar haciendo esto. Me pongo duro al instante cuando ella encima añade un sensual mordisco en mi mandíbula mientras toquetea el pelo de mi nuca. Mi sangre empieza en fuerte ebullición en el interior de mis venas, mi corazón bombea con fuerza cuando ella empieza a bajar sus manos hasta el borde de mi pantalón, insistente. La creciente erección comienza a hacer presencia dolorosa bajo mis calzoncillos. Gruño fuerte cuando ella desabrocha poco a poco mi cremallera. Mis tejanos caen hacia el suelo.
-Házmelo duro Ryan- susurra poniendo énfasis en cada sílaba.
Dicho y hecho. Mis movimientos son rápidos cuando se trata de desabrochar sus pantalones y bajarlos como puedo hacia abajo. Lo siguiente es mi camiseta, elevándola con mis brazos hasta mi cabeza, lanzándola lejos de mi cuerpo. Anna gime sensual cuando paso mi dedo índice sobre la tela de sus braguitas, cerca de su punto. Río de lado antes de que ella me incite con la mirada que lo desea ya dentro cuando lleva su mano hacia mi entrepierna voluptuosa y la empieza a acariciar sobre la tela de mis calzoncillos. Santa mierda. Araña mi piel cuando los baja hacia abajo, liberándolo. Se muerde el labio y atrapa mi cara entre sus manos para dirigir mi cuello más cerca de su boca. Lo muerde y lo succiona. Entonces ya está, no puedo esperar más. Me incorporo otra vez a mi posición inicial y hago paso a mis caderas entre sus piernas que se rodean a mi cintura. Mi pene se hunde en su humedad y puedo asegurar que es el Cielo en la Tierra para mí. Lo meto brusco, arrancando un grito de placer de su garganta. Agh, por Dios.
Las embestidas son fuertes y para nada delicadas. Se trata de meter y sacar, repetidas veces y bruscamente. ¿Me lo ha pedido, no? Pues voy a hacer que se corra rápido, “haciéndolo duro”.
-Ryan…-gime mi nombre como si fuera un elixir para mí. Ella es mi perdición en todos los aspectos.
Con mis manos, bajo la superficie del sujetador que tapa sus pechos, elevándolos de inmediato hacia arriba. Los muerdo con ellos y empiezo a jugar con mis dedos en su clítoris. Tres juegos al mismo tiempo: mi miembro en su interior, mi lengua estimulando sus pezones erectos y mis dedos jugando con su punto vulnerable, no tardan en pasarle factura. Pero resiste.
-Córrete conmigo- murmura como puede entre suspiro ahogados, respiraciones frenéticas.
Para conseguir lo que quiere, aprieta su estrechez alrededor de mi longitud y acompaña mis movimientos con la elevación de su cadera. La mueca de su placer, sumado a lo estrecha que se ha puesto en cuestión de segundos son más que suficientes para que las convulsiones se abran paso entre mi resistencia y me libere cálidamente en su interior.
-Agh… ¡Agh!- grito roncamente cuando el placer del orgasmo me extasía todos los sentidos taponando mis oídos.




Mal perdedor.
Parte III


Narra Nicole.


No puede haber mejor día que este. Me hallo entusiasmada con mi cámara nueva, tomando fotos por doquier: a las calles y a la gente de Straford, la gran plaza central, el ayuntamiento, a Justin sonriendo, a Justin caminando, nuestras manos entrelazadas, a nosotros mismos dándonos un beso, a la gran feria que nos hemos encontrado por sorpresa instalada en uno de los barrios más bonitos de la ciudad. Está siendo una velada extraordinaria, mientras dejamos un poco de intimidad a los dos tortolitos para que hagan guarrerías en casa, paseando relajados y cogidos de la mano. Aquí no hay nada de lo que preocuparnos. No hay malos. No hay mafia. No hay problemas.
Observo muy atentamente las paraditas, fijándome principalmente en las pulseras y los atrapa-sueños. Encuentro uno en particular que me llama la atención. Está al vaivén de una cuerda, iluminado por las luces de fondo y es simplemente bello de observar. Los pequeños cristales de colores que hay en los hilos de dentro del circulo principal, fragmentan la luz que reciben en rayos de colores diversos. Me lo quedo mirando, pensativa, cuando decido tomarle una foto.
-¿Te gusta?- me pregunta Justin, mirando con atención como lo miro con deseo, descubriendo que lo quiero en mi habitación.
-Realmente captó mi atención- murmuro, asintiendo.
Justin sonríe como un niño pequeño antes de echarle un grito a la mujer india que rige la paradita- Señora, deme ese de ahí, por favor.
La señora se dispone a cogerlo, alejándolo de la luz, y lo mete en una bolsita de papel marrón. Quiero volver a ponerlo en la luz para que vuelva a crear ese efecto: era maravilloso.
-Serán 10 dólares, por favor- pide la mujer. Justin, que ya había sacado su monedero para buscar dinero, se los da sin ningún problema y agarra la bolsita que le tiende.
Nos alejamos un poco de la tienda, saliendo a un lado del paseo. Seguimos caminando por varias horas viendo todo lo que tienen montado, algunas pequeñas actuaciones de magia, algún malabarista por el camino hasta que empiezo a tener algo de hambre.
-¿Te parece si compramos algodón de azúcar?- le pregunto al pasar por un puesto con un señor preparando. Me lamo el labio inferior al oler el delicioso aroma del azúcar quemándose. Agh, por Dios.
-Por mí perfecto, nena- murmura dirigiéndose ya para ahí.
Compramos dos nubes de algodón. Decido que sería precioso tomarnos una foto así que se lo digo abiertamente.
-Justin, no lo muerdas aún- le pido antes de ver que ya le ha dado el primer mordisco-. ¡Ah, eso no vale!- me quejo poniendo un puchero.
-¿Por qué? Yo quiero comérmelo-protesta.
-Quería hacerte una foto antes, tonto- le explico.
-Bueno, pues mira- gira el algodón de azúcar al revés y se lo pone delante de la boca-. Hazme una tratando de darle un bocado.
Me separo un poco de él, lo justo para poder tomarle la foto a la perfección. Se impaciente para verla cuando acabo de hacerle varias. Aprieto la opción de multimedia para poder verlas y se las muestro. Se ve tan gracioso.
-Oh, estás tan adorable en ésta- exclamo cuando veo mi preferida. Es Justin pero es sumamente feliz en esta foto, como si fuera un niño pequeño, recordándome que todavía tiene esa parte infantil en su ser.
-Nicole, lo último que quiere oír un tío de una chica es que se ve adorable- protesta molesto, frunciendo el ceño contrariado.
-Oh, eso es aún más adorable- exclamo por segunda vez simplemente para fastidiarle un poco. Me callo que para mí siempre se ve adorable pues no quiero crear un drama de esto. Río por tal pensamiento.
-¡Justin McCann!- chilla una voz femenina y muy pero que muy molesta detrás de nosotros. Bajo la cámara, dirigiendo la mirada hacia dónde proviene la voz para encontrarme—no muy para mi agrado— con una chica alta, con un largo cabello alto, figura delgada y ojos azulados como el cielo.
-Shay, cuánto tiempo sin verte- dice Justin con un tono extraño de voz y con un brillo en los ojos extraño también. ¿Qué le pasa a éste? ¿Y quién es ella? ¿Una antigua novia, quizá?
-Y qué lo digas, Justin. Muy mal por tu parte no hacerme una visita-protesta ella haciendo otro adorable puchero. ¿Por qué yo no puedo hacer estas cosas y verme así? Yo a su lado parezco un pato descarriado al lado de un despampanante cisne blanco.
«Él no te hará ninguna visita mientras yo esté aquí para evitarlo, créeme»
-Ya, Shay. Ya sabes, he estado ocupado- me mira a mí sonriente-. Te presento a mi chica, Nicole.
«Toma ésa»
Shay abre la boca, y aunque por fuera no lo parezca, eso le ha sentado como una patada en el estómago, lo sé. Mi detector de zorras me grita desesperada que tengo una ahora mismo en frente mío.
-Yo soy Shay, encantada- se presenta cordialmente, dándome dos fríos y falsos besos en las mejillas.
-Igualmente, Shay- contesto igual de cortante.
Ella realmente parece querer salir de este embrollo con rapidez, así que propone casi sin pestañear- Justin, para que no tengas ninguna excusa más para no verme, vente esta noche a la fiesta en casa de Mason- dirige la mirada hacía mí-. También puedes traerte a Nicole.
¡Oh, claro que me llevará! ¿Quién se cree que es?
-Estaremos los dos ahí, gracias- digo retadora, fulminándola profundamente con la mirada. Ella capta el desafío, al cual pone su mejor sonrisa de cabeza hueca.
-¡Perfecto! Os veré allí. Tráete a tu amigo Ryan, también.
-Entendido. Adiós Shay- se despide Justin antes de que la veamos desaparecer.


***

-¿Debería preocuparme por esa tal Shay?- pregunto, asomando una cara de preocupación. Ella es mil veces más bonita, atlética y coqueta que yo. No quiero que él…bueno, al fin y al cabo es un tío, y uno el cual nunca ha estado atado a nadie.
-En mi opinión, no. Shay siempre ha estado detrás de Justin, por lo que he podido ver las veces que he venido. Pero no han tenido nunca nada- informa mientras sus dedos entrelazan mi pelo, estirando el cuero cabelludo de mi cabeza, tratando de hacer una trenza en cascada.
-Pero es que tú no has visto como lo miraba- protesto, llena de frustración.
-Eh, tranquila Nicki- me agarra otro mechón para seguir haciendo su faena-. Justin no ha tenido novia en toda su vida, y tú ahora eres la suya, ¿eso debe significar algo, no crees?
-Vale, vale. Llámame paranoica.
Anna suelta una risotada sonora- Te entiendo. Yo también estaría echando humo si alguien se acerca a Ryan. Literalmente, le arrancaría los ovarios de cuajo.
-Uy, qué agresiva hija- bromeo, estando completamente de acuerdo con ella.
Nos quedamos un momento calladas. Miro mi reflejo en el espejo. Me gusta cómo voy, más yo que otras veces.
-¿Puedo preguntarte algo?- formula Anna, como con cuidado.
-Dispara- la animo. Realmente no tengo secretos para ella.
-¿Por qué decidiste acercarte, abrirte, a Justin? Ya sabes, cómo a no ser tan tu familia, tan FBI con ganas de matar a un mafioso, y tratarlo como amigo- dispara violentamente, como si llevara mucho tiempo guardándose todas esas preguntas.
-Ehm…-pienso mi respuesta y pienso si debo decirlo o no- La verdad es que en un principio fue porque quería obtener información para el FBI. Al conocer a Jazzy me di cuenta que los informes que teníamos en el departamento eran una mierda, no estaban nada al día y faltaban cosas. Así que decidí que ya que estaba recluida en esa casa, sacaría el máximo provecho obteniendo información de todo tipo.
-Uau. La verdad es que bien pensado-admite ella-. Era un buen plan. Supongo que no funcionó, ¿no?
-Para nada. Creo que soy un desastre recopilando información- bromeo. Entonces, se me ocurre que quizá sería buena idea descubrir por qué él, y quizá Anna lo sepa-. ¿Por qué Justin?
-Bueno, para serte sincera todo se resume a una estúpida apuesta.
-¿Me apostaron?- pregunta desconcertada.
-Sí, y la idea salió de mi novio. No le gustabas demasiado- murmura, acabando la trenza por completo-. Pero eso es pasado, Nicki, no se lo tengas en cuenta. Ryan ahora te quiere, te lo puedo asegurar. Y Justin, ¿qué decir? Nunca lo había visto así por nadie más que tú.
-Lo sé, sólo era mera curiosidad.

***

La fiesta está totalmente llena, por no decir a rebosar de gente. Antiguos compañeros de clase, nuevos adolescentes locos bailan, hablan, juegan, beben y fuman en la casa de Mason, el cual he tenido el placer de conocer hace cosa de media hora. Mason es un chico alto, con el pelo oscuro y los ojos claros, porte fuerte y fornido. El típico jugador de futbol americano de un instituto, he pensado en cuanto lo he visto. Justin sólo me lo ha corroborado, aunque yo estaba más que segura en cuanto lo he visto acercarse a nosotros. He podido ver que Justin y Mason tienen una relación muy sana, de amigos que se llevan bien y no hay malos rollos. Justin se ha puesto tenso cuando Mason me ha alagado un par de veces pero ha mantenido sus celos a raya. Punto positivo para él, claramente.
A Anna la he perdido hace tiempo puesto que se ha rencontrado con un par de amigas que hizo la primera vez que estuvo en Stratford. Ryan ha desaparecido por una de las habitaciones que han acabado siendo adoptada como sala de juegos, pues hay una gran masa de gente alrededor de una mesa redonda mirando como juegan a las cartas los participantes, y apostando. Anna ha hecho un voto de confianza con él para que pueda beber alcohol hoy. Yo sólo deseo que no se líe esta noche, y que Ryan no la cague. Realmente se lo pido a Dios.
No he visto a Shay acercarse a Justin en toda la noche mas, básicamente, Justin no se ha separado de mí en todo lo que llevamos de fiesta. Me alegro por ello pues quiero a esa zorra lo más lejos de mi chico posible.
El DJ pincha la última música del momento, volviendo locos a la gente de la fiesta que se amontona alrededor de la piscina y dentro del comedor. La casa de Mason es muy grande, notándose que es un niño de papá, pero agradable por lo que he podido comprobar. Justin me ha contado que su padre tiene una empresa de madera importante de la zona, así que sí, tienen dinero. Por lo menos lo suficiente para permitirse estos lujos, pienso observando la pedazo fiesta que ha montado en su propia casa.
La música me rodea y bailo con Justin Wake Me Up, de Avicii. Todo el mundo entona la canción a pleno pulmón y el DJ se vuelve loco pinchando, remezclando y pidiendo que alcemos las palmas.
-Veo que tu chica se sabe mover. No me imagino como será en la cama- masculla una voz rugosa desde nuestro lateral izquierdo.
Y ahí lo tenemos, con sus ojos serpentinos centelleantes, a la espera de una presa a la cual cazar. Permanece respaldado en el marco de la puerta, captando todos nuestro movimientos desde un plano priviligiado.
-Kyle, modera tus palabras. Es mi chica, una sola palabra como esa y…-amenaza Justin, volteándose violento hacia él.
No, por favor. Todo marchaba maravillosamente bien.
-¿Y qué? ¿Me matarás a golpes?- pregunta Kyle, con sorna. Se percibe a quilómetros que se divierto con esto, con todo lo malo que hace.
-Calla tu sucia boca- increpa Justin, más molesto de lo que cabría esperar. Lo miro a sus ojos; esa oscuridad quiere emerger pero no lo hace. La está aplacando, sin embargo, percibo algo más: miedo. Su puño apretado, las venas de sus brazos firmemente marcadas bajo sus tatuajes.
-Eso se te da bien, ¿no McCann?- pregunta con esa burla en su voz por segunda vez.
Algo en esa frase capta mi atención, qué lo relaciono con lo que ha dicho antes. ¿A qué se refiere Kyle? ¿A qué está jugando? Debo adivinarlo.
-¿Qué se te da bien, Justin?- me adelanto a mis pensamientos.
-Nada, Nicole. No tiene importancia- dice, crudo. De inmediato sé que me está ocultando algo.
Tus ojos te delatan, Justin.
-Oh, no por favor. Está muy mal mentirle a “tu chica”- Kyle se incorpora hacia delante haciendo comillas con sus manos en las últimas dos palabras.
-¡Cállate Kyle!- ruge Justin, la ferocidad en su voz apenas se percibe por la altísima música pero la tensión prácticamente se puede rasgar.
-Seguro que ella quiere saber lo mal perdedor que eres- toda la atención se dirige a mí. La curiosidad me está matando; claro que quiero saber.
Kyle se acerca, pero de inmediato Justin pone su mano izquierda sobre su pecho prohibiéndole el acceso a mi cercanía.
-Relaja McCann, yo sólo quiero que sepa que mierda hiciste la última vez que estuviste en Stratford- murmura, mirándome con sus ojos réptiles. En un instante varias corazonadas me taladran las sienes y recuerdo sus palabras el otro día en la calle, cuando Mitch acudió a nuestra ayuda: “Quizás deberías preguntarle a tu querido Justin qué pasó la última vez que perdió una batalla
-¿Qué pasó Justin?- formulo, absorta en los misteriosos ojos de Kyle. No le tengo miedo.
-¿En resumen? Despachó al otro luchador fuera del ring porque no pudo abatirlo- responde Kyle con la pieza de la historia que me falta, antes de que pueda hacerlo Justin.
¿Justin mató a una persona porque sí? Siempre pensé que él mataba porque su padre se lo ordenaba, no porque…porque él mismo quisiera.
-Escucha Nicole, me volví loco. Me arrepiento de ese día todos los días. Había conseguido olvidarlo pero siempre me persigue. Yo…
-Sht, cállate. Sólo quiero que nos vayamos a un lugar sin ruido y me lo cuentes todo.
-De acuerdo- acepta, en cierto modo aliviado.
-Y tú- me vuelvo para Kyle, quien me mira sin entender nada. ¿No te creías que fuera a ser tan abiertamente tolerante con esa bomba, verdad?-, deja de intentar joder a mi novio. Toda esa mierda quedó en el pasado y te aseguro que si vuelvo a saber de ti, voy a ser yo misma quien patee tu culo fuera de esta ciudad.
Kyle abre la boca, pero pronto endurece su mandíbula.
-No te has atrevido a decir eso- escupe, enrabiado. No se esperaba esto en absoluto.
-Oh sí, me parece que sí. A no ser que tengas un problema auditivo, que sumado a otras cosas entendería todo aquí- me burlo de él en su cara-. Te dije que no sabías nada de mí- digo volteándome de inmediato para irnos. No quiero volver a ver esos ojos en mi vida. Y por su bien, puede asegurarse que sea así.
-Ya has oído Kyle, mi chica y yo te mataremos como intentar meter mierda otra vez en lo nuestro- escupe Justin, con una sonrisa burlona en la cara.


***

La noche se refleja en sus ojos. Hemos tenido que volver a casa y ahora estamos sentados en el banco blanco que hay justo al lado del gran sauce. El pacífico silencio nos rodea a ambos, aletargándonos. Pero quiero saberlo. Quiero saber todo lo relacionado con Justin.
-Cuéntame Justin- exijo, dulcemente. No quiero que se vea presionado.
Lanza un largo suspiro pero comienza sin preámbulos- Estaba en el negocio con Kyle. Yo era buen luchador y pocas veces perdía, pero ese tío me ganó esa batalla.
-¿Y por eso lo mataste?- abro la boca sin ser consciente de que esto no debe ser fácil para él. «Estúpida»
-Nicole, no me he perdonado por eso aún, y creo que nunca lo he hecho. No puedo deshacerme simplemente de ello porque se metió en mí. Una vez me preguntaste qué era eso en mí que hacía volverme violento e impulsivo- coge aire con fuerza, y entrecierra sus ojos-. Empezó a aparecer en cuanto fui con mi padre y me enseño todo lo que era su vida, su negocio. Pude aplacarlo pero cada vez estaba más presente y se fue haciendo otra parte de mí. No puedo simplemente deshacerme de ella, porque soy yo de algún modo. Y mucho más desde la noche que me cargué a aquel tipo a puñetazos. Él no era como los hombres que había matado por mi padre, él era un tipo normal. Yo lo maté, y esa cosa se hizo permanente en mi cabeza.



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Holiiiiiiitas._.//// Bueno chicas, esto llega literalmente a su fin. Sólo quedan último capítulo y prólogo. No tengo mucho que decir a parte de que espero que os haya gustado y que estéis impacientes por el desenlace de esta historia. No os alarméis, mi viaje con vosotras espero que no acabe aquí porque ya estoy preparando un shoot (máximo 20 capítulos) con otra historia bastante diferente mientras que mi cabeza loca tiene tiempo para pensar en la trama de la segunda temporada de Alaylm, Past Never Ends (abreviado, PNE *no lo leáis rapido, no lo leáis rápido*)

Aviso que la escena sex hard en la encimera es porque basicamente mi hermana separada al nacer del sur está altamente necesitada y me pidió que su personaje requería de una escena de estas, pueh aquí está guarrisha, tkm.

Gracias a todas por vuestro apoyo (aunque muchas son lectoras fantasmillas) y espero que el shoot que voy a colgar os encante y que esperéis ansiosas la segunda temporada.

loveya.

{Si os gusta la novela que cuelgo en este blog, por favor, seguidlo y dejad un comentario shashi debajo. Mersiiiiii}

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miércoles, 11 de septiembre de 2013

«I want to be skinny.»



-La peor enfermedad somos nosotros mismos.-




Esta es la historia de una chica cualquiera...o no. Sí, sí que era  "una chica cualquiera" y quizás esa fue la razón por la que su cabeza se estropeó. Se estropeó de la peor manera posible: odiándose a sí misma.

Llegó un momento que todo a su alrededor pasó factura. Una mañana abrió el armario de su habitación para vestirse como cada día y no encontró lo que ella quería encontrar. Se probó prácticamente toda la ropa que había revuelta por su armario pero no había nada de su agrado. Empezaba a ser frustrante. ¿Qué le pasaba esa mañana? ¿Qué había cambiado? Era la ropa que llevaba continuamente, día a día, en cambio, ya nada le gustaba.

Sin embargo, agarró la última prenda que le faltaba por probarse, decidida que esa sería la última y la definitiva. La deslizo con suavidad, metiendo primero la cabeza por abajo, después el cuello, los hombros, el pecho-demasiado exuberante para su gusto-, el torso y, por último, la dejó caer a su gusto. Cerró la puerta del armario, dispuesta a observar en el espejo que tal le quedaba. Esperaba que funcionara, pero no lo hizo. Cuando su reflejo quedó expuesto ante sus ojos, entendió que era lo que sucedía: la ropa no era el problema. El problema era ella. No ella en sí, sino su cuerpo. La camiseta que había elegido estaba en buen estado, no hacía mucho que se la había comprado: puños relucientes, nada desgastada, color granate, sin bolas por haberse lavado demasiadas veces. Pero su reflejo no engañaba.

Sintió cierta impotencia y desamparo, cierta rabia y cierto dolor. Cogió aire, alargó la mano hasta la superficie sin vida del espejo y rasgó con la yema de sus dedos la zona que abarcaba la camiseta que había elegido, tratando de cogerla, de saber por qué narices no le quedaba bien. Entonces pensó que si tan sólo pudiera tener esos cuerpos que tenían las modelos o las muchachas de las fotos que tanto le gustaban de Tumblr, si tan sólo pudiera ser tan alta, tan delgada como ellas, toda la ropa le quedaría bien. No sólo la ropa, sino toda ella sería bonita. Empezó a escrutar sus formas, sus curvas y descubrió que no había nada de ella que le inspirara deseo, belleza; no había nada que no odiara. Odiaba tener los muslos demasiado gruesos para que no rozaran entre ellos en verano al llevar pantalón corto, odiaba la grasa que se le acumulaba en el hueso de la cadera, odiaba tener las rodillas raras, odiaba tener michelines y odiaba no tener la figura plana. Ella no quería tener tanto pecho: nunca encontraba camisetas que le agradaran a la hora de comprar y siempre acababa preguntándose por que ella entre los vestidores. Quería sentirse bien consigo misma, nunca preocuparse qué ropa elegir o cual comprarse dado que todo le quedaba bien, quería no sentirse cohibida acerca de lo que pensara la gente al verla, quería no tragar saliva cuando alguien la abrazara -ya que podía sentir más cerca su estropeada figura debajo de los holgados suéteres-, quería poder ir por la vida comiéndose el mundo, segura de sí misma, haciendo lo que quisiera. Podía parecer una tontería, pero todo parecía más fácil para las delgadas desde su punto de vista.

-Quiero estar delgada- susurró contra el espejo, para sí misma, mientras se salvaguardaba el cuerpo con ambos brazos. Un cuerpo que odiaba, qué quería acabar con él.

En ese mismo instante, decidió que lo mejor para ella era hacer un cambio. Quería ser delgada y quería serlo ya. Así que se propuso que nada -ni nadie- impediría conseguirlo. Pondría todas sus ganas, haría lo que fuera, las barbaridades más atroces, las estupideces más grandes  para verse como esas chicas.

Ese día la ropa no cambió, cambió ella misma.