Le echo tanto de menos.
No te tengo miedo, McCann.
Parte I
Narra
Tatiana.
Se me hincha el pecho
de alegría por saber que Josh está recuperado y pronto va a volver a casa. Se ha puesto tan contento…, pienso
recordando el momento en el hospital cuando esa doctora, que siempre ha sido
muy seria, ha llegado con una amplia sonrisa pintarrajeada en la cara por las
gratas noticias. Y Sophie. A Sophie se le ha cambiado la cara de golpe; a
mejor, gracias a Dios. Siempre la he figurado una mujer viracha, con mucho
ímpetu al querer conseguir algún propósito, con una sonrisa de ensueño en la
cara, siendo siempre positiva, siempre lozana, siempre alegre…y estos últimos
días han sido los más oscuros en sus facciones. No me puedo ni imaginar lo que
debe estar pasando la pobre mujer: su marido en coma, Josh herido con una
contusión cerebral y Nicki, ella secuestrada por un mafioso malparido. Ese
viernes, a Sophie, se le desmoronó la vida por completo. Y hace apenas media
hora, cuando la he visto esbozar una sincera sonrisa, he sentido que las cosas
se van a empezar a arreglar. Josh está bien. ¡Él está bien! Y es cuestión de
tiempo que él encuentre a Nicki y meta entre rejas a todo ese clan de
impostores. Y en cuanto al detective, me llamarían mentirosa si digo creer que
él lo superará, porque ciertamente, yo no pienso eso. Lo he ido a ver varios
días y no veo mejora alguna. Él sigue ahí, tendido e inmóvil, sobre esa fría
cama que no le devuelve el calor que necesita, que esas explosiones le robaron.
Necesitamos un milagro de los grandes para que Frank siga adelante; por el
momento, seguimos expectantes a cualquier signo de mejora en las máquinas y a
cualquier escaso veredicto positivo de los médicos.
Y a todo esto sólo puedo
pensar, Pobre Sophie, que tiene que
sobrevivir con todo esto…
¿Y Nicki? ¿Qué estará
pasando con Nicki? ¿Pensará en nosotros? ¿Estará luchando por salir de dónde
quiera que esté? ¿La hemos perdido por completo o queda alguna posibilidad de
encontrarla?
Estas son algunas de
las preguntas que carcomen mi mente al intentar cerrar los ojos. Llevo días sin
poder dormir bien y soy consciente de que es porque todavía no he podido
ayudar, no he podido hacer nada. Ella sigue ahí fuera, sola, y nada de lo que
hemos hecho hasta ahora ha servido de mucho.
Revisaron el almacén
durante varios días, buscando cuerpos, buscando pruebas, buscando evidencias de
por donde pudieron irse, cuantos huyeron, quien explotó las bombas. Hasta ahora
lo único que sabemos es que Nicki no es un ciambre, ni está por el bosque
perdida, sino que McCann se la llevó ya que Josh estaba presente. También
sabemos que huyeron la mayoría, quedando sólo 5 muertos, de los cuales ninguno
pertenecía a la banda de McCann sino del grupo de González. Ellos, del mismo
modo, fueron quien detonaron las bombas, posicionadas en varios bidones de agua
esparcidos por el edificio en ruinas para cundir el pánico y poder huir en el
caso de que alguien les atacara. Qué
previsores…, pienso riéndome entre dientes. Los cabrones estaban en lo
cierto.
-¿Queréis que os lleve
a casa?- nos pregunta Sophie a Chris y a mí.
-No, da igual. Nos
quedamos dando una vuelta por aquí. Gracias- se apresura a explicar Chris,
quien me sonríe y me guiña el ojo.
-Ui, me he perdido
muchas cosas durante este tiempo, eh- comenta Josh, mientras que abre el
maletero del coche de su madre.
Chris le mete una
colleja suave, solamente para advertirle que no se pase. Josh se echa a reír.
No decir que me gusta
Chris, sería decir la mentira más grande que jamás mis labios podrán vocalizar.
Siempre me ha gustado; no por su físico— aunque ciertamente él es guapo y está
en forma— si no por su personalidad. Su perfecta personalidad. Y es que Chris
es uno de los pocos chicos con los que tengo verdadera confianza, y con quien
me siento más a gusto. Él es perfecto, con cada una de sus manías— quien él
dice tener cientas— y su forma de ser, me enamoró desde el principio.
Observo a Chris de
reojo. Él; una de las pocas personas que me roba el aliento en cada momento,
quien me hace reír por la menor estupidez, quien me traslada a un cosquilleo
permanente y a una sensación extraña que mi cuerpo nunca antes había
experimentado. Pero él…él es imposible que se fije en mí.
Nunca he sido de esas
chicas monas de la primera fila; con el último grito en moda, con el pelo lacio
y largo, adornos en su cabeza, pulseras caras, sonrisas y pestañas de ensueño.
Nunca he sido un cuerpo cien, ni una cara bonita y por supuesto, jamás he sido
lo que la gente esperaba que fuera. Elegí ser así, porque así soy yo, aunque a
veces esto mismo me haga ser insegura, tímida y ser consciente de que él nunca
va a estar por mí.
¿Tatiana Bentley? ¿Con
Christian? ¿Con el gracioso, buenorro y popular Beadles? Una cosa es ser amiga
suya y otra muy diferente es estar con él.
Christian es tan
cercano como lejano para mí.
Puedo rozarlo, pero no
tocarlo. Puedo agarrarlo, pero no abrazarlo como quiero. Puedo bromear con él,
pero no besarlo.
Y así ha sido siempre.
Tan lejos pero a la vez tan cerca. Tan a mí alcance y siempre escapándose. Tan
ambos en el mismo mundo, pero en realidades paralelas, sin poder cruzarse, sin
poder mezclarse.
-¿A dónde vamos?- pregunto, una vez que Sophie
y Josh desaparecen calle arriba de retorno a su casa.
-Te voy a enseñar algo
que te va a gustar- menciona, con una sonrisa que me deja KO en cuestión de
nanosegundos.
-¿Qué cosa?- cuestiono,
con curiosidad. ¿Qué narices quiere enseñarme?
-Algo- bromea,
divertido.
-¿Algo? ¡Eso no es una
respuesta!- chillo, hundiéndome en risas.
-Para mí sí, y ahora
sht- me manda callar, colocándome el dedo índice sobre los labios.
Oh…
***
Estamos en el skatepark más grande que hay en Miami.
Christian suele venir aquí los fines de semana. Hoy me ha traído con él.
Sonríe malicioso,
mientras observa como abro mucho los ojos.
-¿Qué hacemos aquí, Ross?
-¡Tú qué crees!- suelta
una risotada. Se lo está pasando bomba.
-¿Vamos a hacer skate?- le pregunto, muy ilusionada.
Hace más o menos dos semanas le comenté que quería aprender a ir en un trasto
de estos y ahora, estoy aquí, delante de uno de ellos y delante de toda esta
gente que sabe perfectamente lo que se hace con él.
-Bueno, yo no. ¡Tú vas
a hacer!- responde, encantado por mi reacción.
-¿Yo? ¡Pero si no tengo
ni idea!- le replico. ¿Christian tiene pensado enseñarme?
Los pómulos de él se
alzan, mostrando un gesto travieso en los labios.
-Claro que sí, tonta.
Si no, ¿para qué iba a traerte?- formula con sarcasmo.
Reprimo un gritito de
histeria. ¡Él me va a enseñar!
Me lanzo sobre él,
agradeciéndole que me vaya a hacer este favor. Christian se ríe y me devuelve
el abrazo. Se está tan bien entre sus cálidos brazos que cuando me suelta, ya
siento que me han robado furtivamente una parte de mí.
Me gusta demasiado.
Tanto, que puede llegar a ser peligroso. No
quiero que me hagan daño…, me digo a mí misma.
Ten
cuidado, Bentley. La herida siempre resultas ser tú, no los demás.
Con un movimiento
rápido del pie izquierdo, me acerca el monopatín para depositarlo delante de
mí. Estamos cara a cara; agarra primero la mano derecha, después la izquierda,
con parsimonia y me avizora guasón.
-Venga, pon el pie
derecho sobre la tabla- anima. Yo procedo a hacerle caso- Primero, te llevaré
yo sobre ella para que te acostumbres a que es bastante inestable, ¿vale?
Asiento, enérgica.
Entre sus ojos asoma una mueca salada.
-Ahora la otra- dudo.
No me atrevo. ¿Y si me voy hacia delante y me doy de boca contra el suelo,
qué?-. No tengas miedo. Es fácil, ya lo verás.
-¿Y si me caigo?- hago
una mueca de preocupación.
-No te dejaré caer-
asegura; clava sus ojos en los míos, profundo.
Pongo el pie izquierdo
sobre la tabla también, y Chris empieza a trasladarme mientras sujeta mis
manos, fuerte.
No sé cómo me lo hago,
pero cuando llevamos una vuelta alrededor del parque, me inestabilizo y caigo
hacia su lado. Él echa el cuerpo para atrás, mis pies se desposicionan, se
vuelven patosos y me dejo respaldar por él, posicionando mi cabeza en su hombro
sin querer. Christian me agarra duro de la cintura y no deja que me caiga.
Respiro el aroma embriagador de su piel.
Me bajo de la tabla
furtivamente, para que no se note que mi pulso ya va a cien y que he tornado al
nerviosismo en cuestión de segundos. Me recoloco sobre el suelo, sin dejar de
mirar esos ojos oscuros que tanto me embelesan.
Mi respiración se
agita, considerablemente y adivino que… ¿la suya también?
-¿Pruebas tú sola, ya?
Aparta la mirada, va en
busca del monopatín y volvemos a empezar.
***
De camino a casa no
paro de mirarle de soslayo. Chris me explica no sé qué del monopatín y de una
competición local que se celebrará dentro de varias semanas, pero yo no me
puedo concentrar en el sentido de sus palabras. Sólo en sus labios, curvándose
para pronunciarlas; en sus ojos, brillando al emocionarse con lo que explica;
su cobrizo pelo, el cual se le descoloca y él lo remedia pasándose los dedos
por encima; sus facciones que se mueven al tun tun de sus palabras.
Caminamos despacio por
una zona residencial, en la cual cada dos o tres manzanas hay un pequeño parque
para niños pequeños.
Distraídos tumbamos una
calle más en nuestro trayecto cuando veo a una chica de espaldas con una niña
rubia caramelo entre los brazos, esperando en la cola de una heladería
ambulante. La chica me resuelta familiar. ¿Por qué me suena? Le acompaña un
chaval de la misma edad; apariencia musculado, de buen porte y bien vestido, el
cual sujeta la mano de otro niño pequeño, de menos edad que la niña que ella
lleva.
La niña rubia me
sonríe, yo le pongo una mueca divertida. Enternezco dado que es monísima.
¿Por qué me da la
sensación que los conozco a ambos?
No le doy importancia.
A veces la gente te suena por una razón desconocida cuando tan si quiera los
conoces, pero en un momento dado, la muchacha se pone de perfil y la puedo
reconocer.
¿Nicki? ¡¿Nicki?!
Me froto los ojos. Ella
no puede estar aquí. ¡Ella está encerrada! ¿Cómo puede ser ella?
Dirijo la mirada al
chico que acompaña a la supuesta Nicole y entonces, caigo en la fatídica cuenta
que ese chico es Justin McCann. ¡Tiene que ser él! No hay otra posibilidad.
-¡¿Nicole?!- chillo llena de horror. ¿Qué cojones hace con él
paseando tan tranquilamente? ¿Quiénes son estos niños? Se voltea de sopetón y
veo como su rostro se desmorona. Sus facciones se rompen mostrando temor. ¿A
qué tiene miedo? ¿A como pueda reaccionar yo? La miro de arriba abajo. ¿Qué
hace con él? Oh por Dios, ¿Qué hace? Abro la boca de par en par; estoy
totalmente en shock, tanto, que no muevo ni un músculo de mi cuerpo hasta que
logro decir- ¿Qué…haces…con McCann?
A pesar de que he preguntado, no quiero saber la respuesta.
¿Y si no es la que espero oír?
-Tati, lo puedo explicar- aprisa en decir.
-¿Qué tienes que decir? ¿Qué haces con este?- miro con
desprecio a McCann.
Chris también está en shock.
-Nicki, ¿tú no estabas secuestrada?- pregunta con recelo,
Christian.
-Jazzy, lleva a tu hermano otra vez al parque ese, venga-
ordena McCann a la niña de los cabellos esgrafiados en miel.
La supuesta Jazzy baja de los brazos de mi amiga, agarra la
manita de su hermano y lo aleja de nosotros, llevándolo al parque.
-¿Quién mierda eres?- increpa el chulito de turno.
-¡Cállate! No estoy hablando contigo- le contesto, subidita
de tono. Me da igual lo que quiera decir el cabronazo de McCann, yo sólo quiero
escuchar lo que tiene que decir Nicole.
McCann abre mucho los ojos, asombrado y contrariado. Soy
consciente que lo que acabo de hacer es arriesgado. Él es el peor de todos, él
da miedo.
-Tati, Chris escuchad- nos pide-. No le podéis decir a nadie
que me habéis visto.
-¿Qué no podemos decírselo a nadie? ¡Todo el FBI está en tu
busca!
-Lo sé. Pero es de suma importancia que no se lo digáis-
vuelve a pedir, con los ojos en fuego.
McCann resta callado, como yo le he pedido. Está tenso.
Agarro a Nicole del brazo y la atraigo hacia mí. Quiero que
me cuente que pasa realmente para que no podamos abrir la boca. ¿Ella está
amenazada de muerte por ese imbécil?
-Nicki, por favor. Dime que está ocurriendo- exijo.
-No puedes entenderlo. Yo…
-Tu hermano debe saberlo. Acaba de salir del hospital y no
tardará en encontrarte.
Ella abre los ojos bien abiertos. ¡Ella se tiene que volver
con nosotros!
-¿Josh está bien, ya?
-¿Sabías que él estaba en el hospital?
¿Cómo lo sabe? Ella estaba encerrada, ¿no? Mierda. Ahora
estoy dudando de todo. ¿A qué está jugando?
Asiente- Sí, sí que lo sabía. Justin me llevó a verlo y le
dejé una nota- me explica.
-¡¿Qué le dejaste qué?!- ruje desde atrás ese cerdo. Sus ojos
se tornan oscuros y reprende el instinto de venir hacia ella y castigarle, lo
noto.
-Le dejé una nota- vuelve a repetir. Veo que está perdida.
Oh, Nicki…¿Qué te han hecho?
-¡Como te has atrevido!- McCann va a embestirla cuando Chris
se abalanza sobre él y le para. Justin suelta un puñetazo para poder deshacerse
de Chris, pero él es fuerte y resiste. Entonces, le propina una patada que le
hace caer sobre el asfalto.
Viene hacia nosotras, pero entonces, Nicole le coge del
brazo, sin miedo y le mira directamente a los ojos. Juro ver una fuerza a
través de ellos; algo que se siente como si se pudiera tocar, algo extraño.
¿Qué pasa realmente aquí? ¿Ellos dos…?
-Justin, por favor. Relájate.
-¡Me mentiste!- grita- ¿Cómo quieres que me calme?
-Necesito hablar con ella. Si quieres, después me encierras o
haces lo que quieras, pero ahora no puedo estar por ti- le escupe, llena de ira
y de urgencia.
McCann se torna desconcertado, afloja su fuerza interior y se
relaja.
-Rápido- ordena, sin poder dejar de apretar los dientes.
Tiene los puños lacerados en un puño.
Se voltea hacia mí, volviendo su atención a mi persona. Chris
se levanta y espera al lado de Justin, vigilándolo.
-¿Qué narices haces, Nicki? Todo el mundo te está buscando.
Tu madre está destrozada…- y es que por mucho que intente comprender que está
haciendo, no le veo lógica por ningún lado.
¡Oh por Dios, en el último lugar donde pensaba encontrarla
era en mitad de la calle, comprando helados con un mafioso!
Ella afloja la voz y se acerca a mí. Ahora apenas susurra-
Tati, escucha. Sólo estoy jugando con él como me enseñaron a hacer en estos
casos. En los informes falta mucha información y yo la estoy recopilando.
Volveré a casa cuando menos te lo esperes, en serio. Solamente necesito un poco
de tiempo; sólo un poco- y me aprieta la mano, pidiéndome constancia.
-¿Y Josh? Él te buscará.
-Pues que me encuentre. Entonces dejaré atraparme, pero hasta
entonces necesito que no digas nada.
Asiento. No estoy conforme con lo que me está pidiendo pero
siento que si no le hago este favor, no habré hecho nada por ella en todo esto.
-Ten cuidado, por favor y no dejes que ese cerdo te toque.
-Tati, no es como os pensáis. Él no me ha tocado, tranquila-
su mirada se enternece y siento miedo que la petición anterior vaya realmente
por otros ramales.
¿Habrá segundas posibilidades en todo esto?
-No me fio, Nicole.
-Yo tampoco.
Nos giramos para encontrarnos a McCann y a Chris mirándonos
con curiosidad. No han escuchado nada.
-¿Ya está?-pregunta McCann.
-Estará cuando ella quiera.
-Cierra la boca, niña.
-A mí no me mandes callar- me altero.
-Deberías mantener esa boca cerrada- advierte-. Por tu bien.
-No te tengo miedo, McCann- aclaro, fulminándolo con la
mirada.
No te tengo miedo, McCann.
Parte II
Narra Nicole.
Me derrumbo cayendo rendida sobre la cama. Todo lo ocurrido
con Tati me ha dejado tocada. Yo… Yo quería irme con ellos, volver a casa, a mi
antigua vida; pero había una ligera parte de mí que no, que quería permanecer
aquí atrapada con él, con ese al que debo llamar enemigo. Yo ya no lo veo así.
Él no es malo, ni cruel; aunque haga cosas que indiquen todo lo contrario. ¿Por
qué es todo tan complicado? ¿Por qué Justin se dedica a lo que se dedica? ¿Por
qué yo pertenezco a una familia de policías? ¿Por qué estoy atrapada? ¿Por qué
no puedo volver con ellos? ¿Por qué no puedo restar aquí? ¿Por qué no puedo
quedarme con un poco de los dos mundos? ¡¿Por qué?!
Tatiana me ha hecho
prometerle que contactaré con ella, que nos veremos. Christian está enfadado
conmigo. No lo comprende y no me perdona, lo sé; seguramente ni lo hará. Tati
lo ha comprendido al final, aunque le ha costado pero es comprensible, es
demasiado para asimilar de una vez.
Deseo que Justin no
haya escuchado nada de lo que le he dicho a Tati en bajito. No era cierto. Yo
creo ya no estar jugando. Estoy aquí, porque hay algo que me impide irme,
escapar. ¿Ya no lo deseo? ¡No lo sé! Estoy tan confundida, tan perdida entre
todo esto, entre algo que todavía no logro interpretar.
-¡Eres una perra mentirosa!-
me chilla, violento, él.
Me giro. El público ha
desparecido, los niños no nos pueden escuchar, la heladería ha cerrado y ahora
McCann arremata contra mí. Me lo merezco, supongo.
¿Perra? Esa palabra
duele de entre sus labios.
-Yo no te he mentido-me
defiendo, enterrando mi mirada en la suya. Ha vuelto a desaparecer; él ya no
está. Ahora sólo existe el pozo negro, como cuando embistió a los dos sujetos
del centro comercial. El miedo inunda mi ser.
-Sí lo has hecho- esta
vez no lo dice con odio, sino con dolor y con decepción-. Lo has hecho- casi
murmura-. ¡Te dije que no les dijeras nada!-vuelve a gritarme.
Se acerca a mí, posicionándose
a escasos milímetros.. Su boca queda a la altura de mi nariz, desnivel
producido por la diferencia de altura.
-Sólo quería que él
supiera que estoy bien- le explico, intentando que Justin sea comprensible.
-¡Me da igual lo que tú
quisieras! ¡Te dije que no les dijeras nada!- vuelve a repetir.
Yo empiezo a decaer,
noto como no tardaré en llorar. No quiero llorar. No delante de él, ya lo hice
una vez y no quiero volver a hacerlo, menos por esta razón.
-Lo siento- me
disculpo.
Su respiración es
airosa, saca cada vez más aire por la boca y sus fosas nasales se abren en
exceso.
-¿Lo siento?- resople,
incrédulo- ¿Qué debo hacer ahora, Nicole? ¿Te mato? ¡Dije que te mataría, si lo
hacías, perra!- alza su puño y creo que va a colisionarlo en mi frente, cuando
se detiene a escasos milímetros de ella. No voy a oponer resistencia. Puede
hacer lo que quiera. Si requiere pegarme, que lo haga. Si requiere matarme, que
lo haga. Sólo quiero que se desahogue, que esa oscuridad marche de sus ojos.
Mi cuerpo reacciona
poniéndole una mano en el antebrazo. «Cálmate, Justin. Cálmate…» Conozco que puedo calmarle. Otras
veces lo he hecho, ¿no? No eran imaginaciones mías, ¿verdad? Pude distenderle
en el callejón, ¿por qué no podría ahora?
Pero Justin me rechaza, rompe mis intenciones apartando con
un golpe mi mano.
-No me toques, perra- escupe, como si yo fuera alguien
despreciable, mezquino, un deshecho humano.
Puedo sentir cómo las palabras se traducen a dolor; puedo
sentir cómo el dolor se arrastra por todo mi ser. Igual que una segunda piel.
Me gustaría poder cambiar de piel como las serpientes, ya que
él no será consciente nunca de cómo duelen sus palabras, estas palabras.
***
-Con que pongas el chocolate dentro,
ya vale- me indica Erin.
-¿Así?
-En efecto.
Agradezco que me hayan ofrecido
echarles una mano en la cocina porque si no seguiría llorando en mi habitación.
Aquí estoy entretenida.
Erin me ha contado como Jaxon rompió
el barco de su abuelo. Se ve, que Jaxon estaba haciendo el loco y el tonto por
la habitación. En un momento dado, mientras daba vueltas sin control, chocó
contra una de las esquinas de la mesa que había delante del armario dónde
estaba el barco, un palo de escoba que descansaba en el filo se movió y al
caerse rozo un montón de libros que había en dicha cómoda haciendo que el barco
se moviera, se desestabilizara y se proyectara contra el suelo, rompiendo el
palo mayor y algunos detalles de la popa, como la pequeña sirena o los ganchos
para las cuerdas de esparto delgado.
-Ahora mezcla todo muy despacio, para
que se vayan formando grumos- me da instrucciones detalladas María.
Asiento. Esta es la primera vez que
hago un pastel de chocolate y quiero que me salga bien. María ha dicho que
quería hacerlo para que Justin se calmara. Yo les he contado lo que ha pasado
en la calle, y ellas me han respondido que es lo más natural del mundo, que
Justin está bajo presión por Jeremy y que, él volverá a ser el mismo.
Espero esperanzada que sea así. No me
apetece nada que Justin esté enfadado. Habíamos avanzado tanto… Yo me sentía
tan a gusto a su lado…y ahora esto. ¿Por qué también había de salir mal?
-Revuélvelo bien. ¡Con ánimos!- ríe
María, mientras que pide más brío en mi trabajo.
Esbozo una media sonrisa.
¿Y si nada vuelve a ser normal? ¿Y si la he cagado? ¡¿Por qué
dejé la nota?! ¡Maldita sea!
Acabo de revolver, y satisfecha, meto
el molde del pastel con el potingue en el horno.
-Y ahora a esperar- hace una mueca
impaciente a la vez que me sonríe.
***
-¡Así no se juega, tonta!- chilla
Ryan, malhumorado.
Anna curva sus labios en un mohín.
-Aish. Ryan, ¿yo qué quieres que haga
si no sé?- se queja, cruzándose de brazos.
-Venga, no te enfades- le pide él. Le
coge los brazos, se los desenreda y le sonríe.
Se ven tan tiernos…, pienso
sabiendo que ahora mismo Anna estará más que feliz.
Hace aproximadamente tres cuartos de
hora que he abandonado la cocina, he salido al comedor y me he encontrado con
este panorama.
Ryan y Anna sentados en la mesa
circular que hay en una esquina del comedor—pensada
y posicionada, básicamente, con ese cometido: jugar— discutiendo y riendo—algo
bastante contrariado y bipolar. Pero supongo que estos serían buenos
calificativos para la extraña pareja que forman, o mejor dicho, que deberían
formar—. Por lo que me ha contado Chaz, Ryan buscaba a Justin para echar una
partida. Como no, McCann se ha subido a su habitación de morros en cuanto ha
llegado y Ryan se ha quedado sin su ‘pareja’ o contrario para la partida, así
que Anna, quien estaba aburrida ha insistido irrepetibles veces que ella quería
probar. Ryan, al principio, se ha mostrado reticente alegando que ella no sabía
nada de nada sobre póker, pero luego, ha acabado sucumbiendo a los encantos de
Anna y aquí están: tres cuartos de hora después, intentando explicarle a ella
qué narices debe hacer y cómo narices se juega.
Me río. Anna es
un caso.
Ryan deja
escapar un bufido, asqueado porque ella no pille lo que le explica.
-¡Ryan, no
bufes!-le echa bronca.
-¿Cómo quieres
que no bufe? ¡Llevamos media hora con lo mismo!
-Pero yo quiero
aprender, jo- pone un puchero y sé,
que aunque él no lo reconozca, en este momento ha muerto; sus ojos se han
abierto, y ha apretado el puño. Está luchando contra él mismo para no lanzarse
a por ella, estoy completa y totalmente segura- Además… ¡No es mi culpa que tú
no sepas explicar!- arremata injustamente contra él. Pero Ryan no tiene la
culpa, el pobre, de que ella no lo pille.
Suelto una
risotada. Es un caso. ¡Un caso!
Anna voltea para
mirarme- Y tú no te rías, eh. ¡Traidora!
Chaz y yo
estallamos en carcajadas, al igual que lo hacen Jazzy y Jaxon, quienes se
agarran la barriguita con fuerza para no mearse encima.
Como ellos dos
estaban así y Chaz estaba jugando a las casitas con Jazzy, pues yo me he puesto
a jugar con Jaxon a los coches. Ahora mismo hemos montado el circuito más molón
que nunca he visto.
-Sí, claro.
Ahora tendré yo la culpa de que seas medio corta- masculla.
-¡¿Qué has
dicho, Ryan James Michael Benson?!
-¡No digas mi
segundo nombre!
-¡Já! Jódete.
-¡Mala persona!
Eso es un golpe bajo.
De pronto se
miran furtivamente y echan a reír como locos; realmente lo están. Anna empieza
a descontrolarse y a poner caras de histérica mientras se ríe. Chaz y yo les
seguimos, sin poder parar.
***
Cuando Anna ha
conseguido pillar cómo va el juego, me ha pedido que vaya en busca de Justin
para que le ayude a ganar al, según ella, ‘tramposo’ de Ryan.
Como buena amiga—
creo que puedo considerarla amiga mía, ya— he ido en su busca.
Tengo miedo. ¿Y
si él me vuelve a rechazar? ¿A hablar mal? ¿A llamarme ‘perra? Quizá no tenga importancia,
pero esas palabras me han dolido. Soy consciente qué lo que hice era
arriesgado, pero no me esperaba que el me dijera eso. Nunca antes me había
insultado, nunca. «¡Perra!» no para de
restregar mi subconsciente. «McCann te ha llamado ‘perra’»
Subo las escaleras con parsimonia, sin querer llegar arriba.
¿Y si él me vuelve a gritar? ¡No quiero que lo haga! Duele, ahí,
hondo, en mi pecho, bajo la piel, bajo todo este ‘odio’ farsante hacia su
persona. Duele y lo seguirá haciendo. ¡No quiero que lo haga! No puede doler;
él no puede doler.
«No debería hacerlo. Estás siendo errónea con todo. ¡Hay que
pararlo!» ordena mi subconsciente volviéndose majareta.
Pico a la puerta y de inmediato escucho que Justin pregunta quien
anda por aquí. Apremio el pomo de la puerta, indecisa, y procedo a entrar.
¡Esto es una estupidez!
-Soy yo, Nicole.
Al entrar, me lo encuentro sentado en el suelo, con la televisión
encendida y jugando a un videojuego. Lo pausa, dirigiendo toda su atención a
mí.
-¿Qué quieres?- me pregunta. No enfadado, no decepcionado, no receloso.
Sólo dolor, arrepentimiento y sorpresa.
¿A caso le importa qué ‘estemos’ así?
-Sólo venía a decirte que Anna pide que bajes- respondo, seca. No
paro de mirar sus ojos caramelo, tristes.
Ya no queda ese hoyo negro sin fin. Ahora es él y un sentimiento
de culpa transitorio.
-Dile que no voy a bajar.
Vuelve a concentrarse en esa maldita pantalla. Empiezo a sentir
que estorbo, que él quiere que me vaya, así que lo hago. Hago ademán de salir
por la puerta, cuando él me llama.
-Espera- dice detrás de lo que parece mi oreja. ¿Cómo se ha
levantado tan rápido? Siento su presencia justo detrás, a centímetros de mi
cuerpo y la piel responde a su cercanía, erizándose violentamente. Temo que él
se dé cuenta, pero ya no me importa.
Volteo para encontrármelo, en efecto, detrás de mí. Lo tengo tan
cerca que prácticamente puedo esnifar su olor, su fragancia.
-¿Qué pasa, Justin?-bajo la mirada, sin saber qué hacer ni cómo
sentirme.
Me sudan las manos. ¿Por qué
él te pone tan nerviosa, Nicole?
-No quiero que estemos así.
-¿Así cómo?
-Así- susurra y pega su aliento-. Mal.
-El único que estás mal aquí, eres tú.
Abre los ojos. Sabe que tengo razón y eso le jode. Yo nunca he
querido enfadarme. Él ha sido quien me ha llamado ‘perra’, quien me ha gritado,
quien casi me pega, quien se ha encerrado de morros en su habitación, quien no
me ha dirigido la palabra en toda la tarde después de eso.
-Me has mentido- me vuelve a decir, dolido. Sí, le mentí. ¿Y qué?
Él también lo habrá hecho.
-No quise mentirte pero yo…necesitaba que él lo supiera- le
reconozco- No quería que se preocupara por mí.
-Pero así le dabas pistas, Nicole. Yo te dije que no lo hicieras
por alguna razón.
-Sí- asiento- Porque tú no quieres que yo salga de aquí, tú me
quieres ver encerrada- le culpo de algo que intuyo le importa una mierda. Yo a
él le importo una mierda.
-¿A caso estás encerrada como al principio? Creo que no te puedes
quejar- increpa, molesto.
-Lo sé, Justin. Lo sé, pero esto no es fácil para mí- le digo- No
me hago a la idea que no pueda volver a verlos, que no pueda volver a pasar
tiempo con mi hermano Josh, que no pueda saber cómo está mi padre, que…
Coloca varios dedos sobre mis labios.
-También lo sé. Sé que esto es difícil, pero yo no puedo
arreglarlo.
-Déjame libre- le suelto, casi suplicándole. No quiero dejarle,
pero a la vez sí. ¡Esto es tan complicado!
Justin se echa para atrás, consternado.
-Yo no quiero dejarte libre- me reconoce.
-¿Ves? Me quieres ver encerrada. Ya lo has dicho- me decepciono.
Soy consciente que esto es lo normal, pero no esperaba oír esto.
-Ya te he dicho que no. Si quisiera verte encerrada, te metería en
una habitación, te haría cantar todo lo que yo quisiera que me contases y te
mataría. Eso es lo que haría.
-¿Y por qué no lo haces?-le amenazo. ¿No lo ha dicho? ¿No es eso
lo que haría? Pues que lo haga.
-Porque yo no quiero hacerte daño. Nunca lo he querido.
-¿Por qué?
Y es que no lo entiendo. ¿Qué es lo que le frena? ¿Por qué no es
como se supone que debería serlo?
Justin se enfurruña, se cierra y no me dice nada. Silencio;
silencio es lo que recibo. Lo único con lo que me tengo que conformar.
En la piscina me preguntó que qué necesitaba hacer para conseguir
tener derecho a llamarme ‘Nicki’ y ya tengo la respuesta: necesito que él confíe
en mí.
No te tengo miedo, McCann.
Parte I
Narra Justin.
Ahora lo sé. Ella me importa, obviamente que me importa. Y tengo
miedo. Miedo de verdad. No sé en qué sentido me importa, pero durante todos
estos años he aprendido que la gente no puede importarte porque en cuanto menos
te lo esperas te clavan la puñalada por detrás y les pierdes. Se alejan, y sé
que Nicole es pasajera. Sé que aunque yo haré lo posible para que Josh no la
atrape, no la aleje de mi lado; ella acabará huyendo porque no quiere quedarse,
hoy me lo ha dicho. Ella quiere que yo ‘le deje libre’, pero es que esta es la
mayor libertad que le puedo ofrecer porque si la dejo marcharse, entonces seré
yo quien me quedaré sin ella.
En cuanto la gente te importa, cuando se van, te hacen daño.
Sufres, y el sufrimiento es lo último que necesito en mi trabajo.
«¡Para! Para de pensar en estas gilipolleces sentimentales, Yo»
Mi diablo tiene razón. Ahora debo ir a por Ben. Él tiene que pagar
lo que nos debe su hermano o esta noche espesa será su tumba, la última que
escuche su voz, sus aullidos.
Nicole ha querido acompañarnos a Chaz, Ryan y a mí en esta caza,
pero yo no he querido que ella viniera. ¿Qué por qué? Porque, sencillamente, no
quiero que me vea siendo lo que soy, trabajando como trabajo. Debe confiar en
mí, quiero cambiar su opinión sobre su marcha. Ella debe desear quedarse, ella debe desear quedarse… Sé que si Ben
no paga esta noche, habremos que matarlo y va a ser todo un espectáculo así que
no quiero que ella me vea actuar; no en esta función, no en este teatro ni en
la escena de esta noche.
Los tres actores demasiado buenos solos, y nadie más en esta
actuación.
***
El motel de mala muerte donde se hospeda Lowell es de tres
estrellas y se encuentra en una de las carreteras transitadas y más alejadas de
Miami. Justo cerca del paso del río y de un frondoso bosque.
-¿Cómo lo hacemos?-pregunta Ryan, cuando aparcamos el coche
delante del motel.
-Vamos a asutarle.
-¿A asustarle?-preguntan ambos.
-¿Está en el motel, no?
Chaz asiente- Las cámaras no han registrado su salida, así que sí.
-¿Cuál es el número de teléfono de la habitación?
Chaz teclea en el ordenador, descifrando códigos y sus rollos y me
deletrea el supuesto número fijo de la habitación 53, la de Ben.
-Vamos a hacerle una llamadita de cortesía a nuestro amigo-
aclaro, mientras salgo del coche y asoma por mi rostro una risa irónica y
enfermiza.
Ryan lo capta, y se ríe.
Me dirijo a la cabina telefónica que hay situada justo delante del
motel y que da perfectamente a la 53.
La noche es calurosa, y estoy eufórico. Voy a cobrar este dinero o
sino Ben deberá pasar las puertas al inframundo. Una cosa o la otra. No le voy
a perdonar más, ya le dejé dos días de gratis.
Ya en la cabina, tecleo el número y espero a que conecte.
-¿Quién es?- tiene la voz tensa. ¿Ya sabe que somos nosotros? Ben conocía
el plazo y nuestros métodos: nunca erróneos, nunca en vano.
-Ben, amigo. Te veo demasiado tranquilo desde aquí.
-¿McCann? ¿Desde dónde llamas?- río y él lo entiende; se mueve
nervioso por su estancia, y mira por la ventana. He venido a cobrar lo que me
debe y no pienso irme hasta tener el dinero- ¿Cómo sabías dónde estaba alojado?
-¿A este motel asqueroso le llamas alojamiento?
-Uno debe conformarse con la sencillez.
-Cierto, y más si me debes dinero. Yo lo sé todo, Lowell.
-Sobre eso, yo…no…
-Calla, Lowell. Te quiero aquí abajo en cinco minutos. Estoy en la
cabina y te veo. Trae la pasta
Hay un momento de silencio entre los dos, hasta que por fin
acepta.
-De acuerdo, McCann. Ahora bajo.
Y cuelga.
En menos de cinco minutos lo tengo abajo. Ryan y Chaz ya han salido
del coche y ven llegar a Ben, cabizbajo, nervioso y temeroso.
-Lowell, hacía tiempo que no te veía- comenta Ryan.
-Hubiera preferido que no lo hicieras- escupe, sin conocer el
resorte de sus palabras. No estamos para tonterías y juegos estúpidos.
-Vamos- ordeno-. El puente es un lugar más correcto para estos
asuntos. No quiero que nos vean.
Nos dirigimos hacia el puente, no muy lejos de allí y nos situamos
debajo, en la orilla del río dónde la oscuridad es tan profunda que nadie nos
verá desde fuera.
-A ver, Lowell. El dinero- pido, sin miramientos. Empiezo a
preparar mi arma, sacarla de la funda, asegurarla en mi mano, sentirme parte de
ella.
-No lo tengo, McCann.
Alzo la mirada. ¿Qué no lo tiene?
-¿No lo tienes?
Ben niega.
-Ya sabes lo que esto significa.
Chaz y Ryan proceden a agarrarle de los brazos para que no escape.
-Por favor, dame más tiempo. ¡Era mucha cantidad de dinero!
-¿Cuánto tienes, Lowell?
-50.000 dólares.
-¡Eso es basura! La deuda era muy superior a eso.
-Lo sé, pero no he podido ganar más.
-¿Unas cartas malas, Lowell? Total, es para lo único que valéis tú
familia- río, malicioso. Ellos me siguen en las risas. Este tipo es tan
patético que me dan arcadas de sólo verle.
Ben se revuelve nervioso. Sabe que le llega la hora y suplicará.
Posiblemente la mejor parte del trabajo.
-¡Por favor, McCann! Te lo suplico. Una semana más.
-¿Una semana más? ¡No me seas gracioso, Lowell! Tú tiempo se ha
agotado- le apunto con la Block y le concedo un último derecho. Nadie nos ve,
ni verá este crimen. Nadie sabrá que Ben Lowell murió, después de suplicar por
su vida, porque el cerdo de su hermano gemelo debía mucho dinero a los McCann-.
¿Unas últimas palabras antes de abandonar este mundo?
Ben asiente, con los ojos llorosos. Esto es prácticamente vomitivo.
Es un cobarde.
-Mi hermano vengará mi muerte- parece coger más confianza, más
valor, ya que alza la vista y sonríe, totalmente ido.
¡Pum! El cañonazo de mi arma dispara un balazo directo a su frente,
dibujando un hueco humeante en su cráneo.
La vida de Ben Lowell ha llegado, definitivamente, a su fin.
Ryan y Chaz lo sueltan, cae inerte al suelo. Lo observo un momento.
-¿Qué hacemos con el cuerpo, Justin?- pregunta Chaz.
“Mi hermano vengará mi muerte” Esa frase me ha quedado grabada y
acabo de encontrar la manera para poder tener en mis manos a Jake, a quien
quería desde un principio. Hay que atraerle, ponerle miel como a las hormigas,
migas como a Hansel y a Gretel. He dado con la solución.
-Lanzadlo al río mismo.
-¿No lo quemamos como siempre?- cuestiona Ryan, extrañado.
Niego- No, el cuerpo será el cebo para Jake- ya sé mi plan-. Chaz
registra el cuerpo y consigue los cincuenta mil, después, ves a la 53 y regístrala.
Quizá nos haya mentido y tenga más dinero u objetos de valor. Ryan y yo nos desharemos
del cuerpo. Mañana los noticiarios hablaran del robo en el motel y de la
desaparición de Ben, ya lo veréis.
-¿Y eso es bueno?
-Eso es genial- aclaro, esbozando una encuadernación diableada.
**************************************************************************
HOLIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIS. CAPÍTULO DEDICADO A ANNA, NOE Y A TATI, MEEEHS. Me da palo decir más cosas, porque me estoy sobando. Las que os la leáis, comentad porfis si os va gustando y si os ha gustado el capi. Disculpas por tardar pero estoy super ocupada últimamente.
Lovesya.