Never let you go.
Comienza
el juego.
Parte
I
Narra Justin.
Casi rozo la muerte.
Casi; he podido besar sus pies, rozarle el tobillo y gritarle que no me verá
por mucho tiempo. No me he ido, no he sido suyo porque Chaz se ha puesto en la
trayectoria de la bala. Pero no le ha dado, o eso creo. Ahora me toca alcanzar
al cabrón que ha intentado tentar mi muerte. ¿Quién coño es tan estúpido para
hacer esto? ¿No es consciente de que lo atraparé y pagará con su vida?
Mis manos se laceran en
puños irradiando un sentimiento de rabia que emerge desde mi más interno yo.
-No va a haber modo de
que lo dejemos escapar, Ryan- murmuro roncamente mientras mis ojos se nublan de
una oscuridad infinita, tratando de mantener mi compostura. Observo mi
alrededor atento a cualquier pequeño indicio de que él voltea por aquí, sin
embargo, no logro escuchar nada. ¡Maldita sea! Hemos salido detrás de él en el
justo momento cuando ha disparado, sin darme cuenta si Chaz estaba bien o no. Lo
hemos acorralado en este punto, y el cabrón se ha escabullido entre estos
edificios prácticamente a trozos. Perfectamente camuflado con un pasamontañas y
traje oscuro sólo me ha permitido intuir quien era; aunque creo no equivocarme
con mis pensamientos siendo Jake Lowell quien se esconde bajo esa segunda piel
carbón oscuro. Quiero destruirle lentamente, verlo arder suplicando por su vida
solamente por el hecho de atreverse a hacer esta estupidez con Nicole en
escena. Ella podría haber salido herida; siendo esto lo único que he verificado
antes de salir escopeteado: ella está sana y salva.
-Creo oír algo por ahí,
Justin- señala con el dedo índice una angosta escalera metálica que conduce
hasta las entrañas del edificio en ruinas. Hago un movimiento brusco en esa dirección,
apuntando con el arma que presiono entre mis manos con fuerza. Asiento con la
cabeza convencido también de que el hijo de puta de Lowell se esconde ahí.
Corremos en esa
dirección, pasamos por el pequeño pasillo construido por andamios de diferentes
construcciones pasadas y miramos ambos hacia arriba de las escaleras. Vemos al
sujeto mirándonos desde arriba, con cara de querer salir ya de esta situación
tan frágil para él. La rabia que le tengo, las ganas que tengo de cogerle y
retorcerle ese cuello que tiene, clavarle un cuchillo en el estómago o un
balazo en la frente, ciegan la parte izquierda de mi cerebro quitando
racionalidad a mis decisiones. En un impulso, sin darnos cuenta de que
cometemos un error, subimos las escaleras lo más veloces que podemos en su
dirección. Cuando ya lo tengo delante, tan cerca que puedo oír su corazón latir
apresuradamente debido al miedo, muevo mi brazo hacia su camiseta, intentando
agarrarla. Quiero matarlo lentamente, para que sufra. Justo cuando creo ya poseerlo,
que ya es mío, coloca la mano izquierda sobre la barandilla metálica y se lanza
al vacío hasta caer abatido en el suelo. Tanto Ryan como yo abrimos los ojos de
par en par sin creer lo que estamos viendo. El pasamontañas se le descoloca y
puedo vislumbrar un atisbo de los rizos rubios de Jake. Dibuja una sonrisa
maliciosa hacia mí el poco tiempo que obtengo antes de que él se levante rápido
y eche a correr hacia el exterior, escapándose de nuestras manos. Casi pero no
nuestro.
-No te escaparás de mí,
Lowell- chillo, mi tono de voz corta a través de la atmósfera. Aprieto los
labios formando una fina línea, mi cabeza está llena de confusión. ¿Cómo he
podido dejarle escapar?- ¡No hay ni un puto modo de que te salgas con la tuya,
Lowell!
Frunzo el ceño al
tiempo que observo como el trasero de este cabrón se va disimulando entre la
espesura de la noche, pasando a ser una simple sombra entre tantas otras.
Ryan suelta una
bocanada pesada de aire fuera de sus pulmones. Está cansado de tanto correr, al
igual que yo, pero esta rabia, esta ira que siento ahora mismo puede ganar a
cualquier cosa. No comprendo cómo alguien puede ser tan estúpido como para
desafiarme de esta forma. Si antes el asunto con Lowell sólo era relacionado
con los negocios, ahora se ha vuelto más que personal.
-Volvamos Ryan- le
ordeno, sacudiendo mi cabeza mientras que aprieto los puños hasta que siento
que tienen ganas de sangrar. Entonces, para soltar toda esta impotencia que
siento ahora mismo, me volteo bruscamente y lanzo un puñetazo contra la puerta
de madera que hay justo detrás nuestro; la cual, retumba bajo mi tacto, y se
puede oír cómo se resquebraja.
-Tranquilo Justin, lo
atraparemos- me consuela, con una sonrisa ligera en la cara. Intenta parecer
tranquilo pero sé que ahora mismo Ryan está igual que yo: con ganas de matar a
todo el mundo.
-Obviamente que sí. No
hay lugar en el infierno en el cual Lowell se vaya a salir con la suya-
contesto ásperamente pero intentando apaciguar mi diablo más interno. No quiero
que se meta ahora mismo en mi cabeza, sino la perderé y me volveré loco. Lo sé,
me ha pasado innumerables veces. Entrenar, estar con todos relajadamente ha
servido para que Él se tome unas vacaciones pero si ahora reaparece, sería
arrollador- Venga Ryan, volvamos a ver cómo están Chaz y Nicole.
-Chaz fijo que está
herido. Habrá que llevarlo rápido con María- masculla Ryan al comenzar a
caminar de vuelta al descampado.
-Pues vamos, tío.
Tenemos que darnos prisa- me pongo nervioso. Lo último que necesito es tener a
Chaz lloriqueando en su cama todo el día, quejándose de que le duele todo y
haciendo de niñera para él. No puedo tener bajas ahora mismo, y mucho menos la
suya.
***
Me hundo como si me
hubiera caído un peso de más de una tonelada a las espaldas en el momento en el
cual veo a Nicole llorando desconsoladamente mientras mantiene la cabeza inerte
de mi amigo sobre sus faldas. Mis ojos no pueden creerlo, así que se cierran
hasta ser únicamente una fina línea, mirando sin comprender. Le han dado. Maldita sea, Lowell ha matado a
Chaz..., pienso en una mezcla entre furioso, perdido, eunuco, débil y
derrumbado. Caigo inútil a su lado sobre mis rodillas en el suelo, bajando mi
cabeza hacia la visión de su rostro falto de calor, de vida, de sus tonterías
las cuales siempre me quejaba. Un burbujeo empieza a subir desde mis pies hasta
mi cabeza inundando toda mi fisonomía de algo que no puedo describir
suficientemente bien con palabras. Sólo sé que me echo a llorar amargamente
gimiendo al tiempo que agarro a Chaz, lo acerco a mí rodeando su cara con los
brazos y apretando. Quiero que él vuelva, quiero que esto sólo sea una
pesadilla de la cual puedo despertar. Él no puede estar muerto; no hay sitio en
el infierno en el cual esto puede haber pasado, ¿verdad? Debo despertar, pero por
el contrario eso no sucede; sigo aquí, agarrando la cabeza de mi amigo entre
mis brazos y llorando a pleno pulmón con el cuello tirado para arriba
observando el cielo, rezándole para que lo traten como se merece ahí arriba,
que me lo cuiden o que si no me lo devuelvan. Que no sean tan tontos como para
perderle, como he hecho yo, como para joder las cosas, como para arrastrarle a
una vida, a unos problemas que no merecía. Quizás yo no lo metí en esta
profesión, pero yo le he traído miles de problemas y he provocado su muerte.
-¿Por qué? Oh Dios ¿Por
qué?- balbuceo inteligiblemente, lloriqueando como cual niño pequeño derramando
gotas saladas por su rostro.
Oigo la respiración
asfixiada de Ryan y como se sorbe la nariz con dificultad. Él también está
llorando. Y es que ahora mismo el mundo se nos ha caído encima. Ya no habrán
“tres contra el mundo”, ya no habrá una larga lista de chistes malos, ya no
habrá más un “mis putillas” saliendo de nuestras bocas, ya no habrán esas
tonterías que te hacían reír durante horas, ya no habrá el pacifico que hacía
que ambos nos arreglásemos, ya no habrá más Chaz.
Comienzo a temblar, a
sentir frío, a perder la fuerza de los brazos. Lleno de desesperación, muevo
entre sacudidas violentas mi brazo poco a poco hasta su cuello. Lo toco, no
recibiendo ningún “tún-tún” entre sus venas, no sintiendo vida, sólo frío. Está
muerto y yo no he podido, —ni
puedo— hacer nada para salvarlo. Dirijo
la mirada hacia la persona que lo ha acompañado junto su último aliento:
Nicole. Ella me mira, desesperadamente también, asiente arrugando su rostro
mientras riega cada una de las células de su cara. Suelto un rugido desde lo
más hondo de mi garganta, me acerco a ella encolerizado y con dificultad, busco
un hogar entre sus brazos los cuales me esperan abiertos para darme el calor
que parece que se escape, de igual modo, de mí. Busco auxilio sobre su pecho
oyendo los latidos de su apresurado corazón, y nos quedamos aquí, abrazados con
Chaz entre ambos, buscando refugio, ayuda personal en los brazos del otro;
sintiendo que somos uno en el momento más duro que he tenido que vivir al largo
de mi vida.
-Ya no está- mascullo
traumatizado en su cuello.
***
«Hemos
hecho esto, Yo. Nuestra vida. Somos peores, somos iguales»
Yo soy el maldito
culpable. Yo. Nadie más. Yo he matado a Chaz. Yo he sido el culpable. Yo. Yo y
nadie más. Yo lo he matado. He matado a mi amigo.
Soy un monstruo.
La fuerza emerge de mi
interior, como dominada por alguien a quien nunca había sentido tan mío e
irrumpe en mis articulaciones, en mi cabeza, en mis músculos ordenándolos,
conquistándolos como si fuera una plaga.
-¡Ha muerto por mi
culpa!- empiezo a pegar patadas al aire, a los muebles, a lo que sea que se
interponga entre mi rabia y mi cometido.
-Justin, por favor.
Escúchame- me pide una voz tan lejana que no logro oírla. Yo no quiero oír nada
más. Yo sólo quiero desaparecer de aquí.
Mi amigo ha muerto por
mi culpa. Yo lo he matado.
-Vete o te mataré a ti
también- desenfundo mi pistola con rabia. No sé lo que hago. No soy yo, es Él. Vete Nicole, no quiero hacerte daño,
oigo una vocecilla alarmarse desde el fondo de mi cabeza pero hay fuerzas
superiores que la aplacan.
Ella no se mueve. Se
limita a quedarse parada, con los ojos muy abiertos e intentando tranquilizarme
sin tocarme. No quiero que me toque. No soy bueno. Puedo dispararle. Puedo
matarla. La escruto con fuego en los ojos, queriendo saber cómo se siente ahora
mismo.
-Dime pequeña puta, ¿no
me odias ahora?- palabras envenenadas emergen de mi boca sin cesar haciendo que
ella se entristezca. La estoy dañando.
-No Justin. Éste no
eres tú- me contesta recortando la distancia, acercándose peligrosamente a mí.
Me tenso en respuesta. No quiero que me toque. ¡No!
-¿Y quién te crees que
soy, eh zorra?- río amargamente, ladino- Puedo matarte ahora mismo. Es sólo
cuestión de apretar el gatillo, nena- observo el arma, consternado-. Total, vas
acabar muriendo- las palabras brotan de mis labios como gotas en una cascada.
No obstante no es lo único que empieza a salir a la superficie, sino lágrimas
de mis ojos también- Prefiero hacerlo yo. Así no sufrirás, sino te matarán de
una forma cruel. Siempre lo hacen.
Sin miedo,
envalentonada, recorta cualquier distancia que pueda haber entre nosotros
quedando a escasos milímetros de mí. Sus ojos me hipnotizan, no dejándome
reaccionar. Extiende la mano por la longitud de mi brazo, llegando a mi muñeca,
acariciándola y ordenándome mudamente que baje el arma. Sumisamente, la
obedezco. Puedo sentir su aliento en mis labios. Ella está nerviosa y por un
corto momento me olvido de cualquier cosa que haya pasado durante la tarde, de
la muerte de Chaz, de la persecución a Lowell, del miedo, de la frustración, de
Él. Ella consigue calmarme hasta tal punto que las barreras insensibles que
crea mi diablo se destrozan en cuestión de segundos. Ella es más fuerte; un
nosotros es más fuerte. Ahora me doy cuenta, pero ella no puede ser mía. Va a
acabar como Chaz, y yo no puedo permitir que suceda tal cosa.
Aspira una bocanada de aire,
mueve la misma mano hasta mi mejilla colocándola encima.
-Tú no eres ningún
monstruo- sonríe tratando de consolarme, pero yo conozco su verdadera sonrisa y
esta es falsa-. No lo has matado. Tú no.
-Ha sido por mi culpa,
Nicole- mascullo, notando como mis músculos se relajan, destensándose-. Yo he
provocado su muerte.
-No es así, Justin. Tú
no sabías que nada de esto iba a ocurrir.
-Debería haberlo
previsto- cierro los ojos padeciendo la recreación del balazo que ha recibido
él en mi pecho; este dolor agudo me mata- ¿Y si vuelve a ocurrir?
-Ninguno de nosotros
permitiremos que vuelva a pasar- agarra mi mentón obligándome a mirarla
directamente a esos grises ojos que me atrapan.
-No quiero perder a
nadie- murmuro, fundiéndome en su mirada, casi en un susurro-, y mucho menos a
ti.
Comienza
el juego.
Parte
II
Narra Nicole.
Me siento patosamente
descolocada. No sé cómo reaccionar, no sé qué hacer, no sé cómo sentirme. He
visto cómo se moría, lo he visto con mis propios ojos e incluso así no me lo
creo. Se veía tan frágil, tan capaz de romperse, y no he podido hacer nada para
ayudarle. Cualquier cosa hubiera sido mejor que no hacer absolutamente nada,
pero mi estúpida sensiblería ha hecho que me quedara ahí completamente parada
mientras lloraba rezando por su vida y ahora él está muerto. ¿Y si hubiera
buscado el coche de Justin y lo hubiera llevado al hospital, se habría salvado?
¿Y si hubiera presionado más la herida? ¿Y si me hubiera percatado de la bala y
hubiera sido yo quien se interpusiera? ¿Y si…? ¿Y si…? Demasiadas preguntas, suposiciones,
que jamás serán resueltas, llevadas a cabo ya que es muy tarde para lamentarse.
Ahora Chaz ha muerto y no sé cómo esto va a afectar a todo a mí alrededor. Él
era una gran persona, un gran amigo así que me pregunto: ¿Por qué?
Justin se suelta de mí
agarre violentamente- ¡Déjame! ¡Déjanos y vuélvete con tu puta familia!-
empieza a chillar tan pronto se zafa de mis brazos, buscando la soledad y cae
bruscamente al suelo. Está débil, magullado psíquicamente; nunca lo había visto
así.
Acudo a ayudarle. No
quiero que se haga daño, pero él agarra mi brazo con fuerza prensando con las
uñas mi carne. Él realmente es muy fuerte- Suéltame o te juro que me las
pagarás- sisea, recreándose en cada vocal. Me fijo en sus ojos ya que siempre
busco el consuelo en ellos sabiendo que si no es el Justin que yo conozco, sino
el otro, no habrá problema dado que todos serán meras tonterías vacías.
La oscuridad baila en
sus preciosos ojos caramelo tornándolos mucho más violentos, más explosivos.
-Justin, por favor,
debes tranquilizarte- pido, frotándome las manos. Siento que el calor llega
hasta las puntas de mis dedos.
-¡Qué cierres tu puta
boca! Cállate, cállate, cállate- empieza a repetir con un hilo de voz
frotándose en las sienes como si estuviera loco. Y es que de hecho lo está.
No me acerco a él. Debo
dejarle su espacio, él debe aprender a calmarse sólo y realmente tengo miedo de
que se le vaya la mano y me haga daño.
-No me merezco estar
aquí- comienza a moverse revoltoso, extiende el brazo hacia arriba colocándolo sobre
el costado del mueble, agarrando todo lo que encuentra a su alcance y
lanzándolo hacia el precipicio.
-¡Para Justin! ¡Joder!-
chillo desesperada debido a que se le está yendo la cabeza. Tengo miedo de que
se haga daño de verdad. Me posiciono a su lado abrigándolo con mis finos brazos
intentando apaciguar este amasijo de nervios. ¿Por qué se culpa de todo? Noto
como Justin se calma un lapso, permitiéndome profundizar el abrazo. Parece un
niño pequeño en estos momentos- Por favor, Justin…-susurro en su pelo mientras
lo acaricio con delicadeza, con miedo de quebrarle- Eres bueno Justin, sólo que
todavía no te has dado cuenta.
-¿Qué bueno puedo ser
cuando he dejado morir a mi amigo, Nicole?- me pregunta, ronco sin tener ganas
de hablar, buscando el consuelo en mis brazos.
-No sabías lo que iba a
pasar Justin. Has hecho lo que has podido.
-Pero no ha sido
suficiente. No ha sido suficiente. Nunca lo es- susurra inoportuno- ¡Nunca soy
suficiente!- ruge, alejándose de mi agarre violento y poniéndose de pie- ¡No
soy suficiente!
***
Justin ha echado a
todos de la ceremonia. No quiere ni a su padre, ni a los miembros de la banda
que no éramos amigos suyos. Sólo estamos Ryan, Carlos, Anna, María, Justin y yo
en el cementerio. No hay cura, no hay “ceremonia” en sí; únicamente seis amigos
que se quieren despedir que alguien que ha marcado sus vidas de alguna forma,
que era importante para ellos. No conocía a Chaz de mucho— de casi nada— pero sí lo suficiente para
darme cuenta que era, es y será una de las mejores personas que tendré el
placer de conocer jamás. Le cogí cariño durante el tiempo que pude estar con
él, y ahora mismo no me arrepiento de haberlo conocido. Al contrario, en cierto
modo doy gracias porque esa noche me “secuestraran” dado que posiblemente este
está siendo el único sitio en el que me siento realmente yo, y con quien
—Justin— consigo creer que realmente todo puede ir a mejor.
Agarro su mano con fuerza entrelazando nuestros dedos. Quiero que sepa
que no me va a perder, a pesar de toda esta mierda en la que estamos envueltos.
No soy capaz de decírselo en voz alta, para que lo escuche salir de mis labios
pero sé que esto es real. Por alguna razón que desconozco la vida quiso que nos
encontráramos, y voy a ayudarlo para que supere lo que se le venga encima. He
podido ver lo frágil que es por momentos, y la coraza tan dura que ha
conseguido mantener como valla protectora alrededor suyo pero ya es hora de que
la abra, limpie bien por dentro y pueda volver a ser él, sin el otro. Quiero
ser la persona que consiga hacer tal cosa, quiero que vea que no está sólo, que
no es un monstruo pese lo que el “otro” pueda hacerle creer.
Justin es bueno. Yo he
podido verificarlo demasiadas veces ya.
Da un paso al frente,
quedando justo delante del ataúd. No llora, no quiere que lo veamos débil pese
que nosotros conocemos su verdadera naturaleza y que realmente ahora está hecho
mierda.
-Chaz era un gran
amigo- empieza su discurso, aunque realmente no está nada preparado sólo abre
la boca y deja que su corazón hable, llore la pérdida-. Era de esas personas
que siempre veía el lado positivo de las cosas, aunque fuera realmente difícil
de encontrar- su voz se tensa, no queriendo llorar. Me mira, buscando quizá
consuelo o algún tipo de ayuda en mi mirada. Le sonrío haciéndole entender que
estoy aquí-. Nunca volveremos a conocer a alguien como Chaz que con sólo una
broma, una tontería o un chiste malo consiga calmar todo nuestro día a día-
asoma una ligera sonrisa de lado, como recordando algo que pasó en un pasado-.
Siempre me acordaré de la primera vez que pude venir a Miami a ver a mi padre.
Tenía miedo de lo que me iba a encontrar porque mi madre nunca me había hablado
de él, de cómo era o de lo que era- se oscurece su mirada-. Sólo sabía que
quería conocerlo porque ciertamente me faltaba en mi vida. No encontré lo que
buscaba ya que ahora odio esta mierda con toda mi alma, y sólo Dios sabe que no
quiero estar aquí al igual que todos nosotros, pero encontraros y encontrarlo…-
señala el cuerpo inerte de Chaz, tan pálido que es incluso irreal. Se trava con
las palabras- Realmente vosotros no sois como unos amigos para mí, él no era
simplemente un amigo…Él ha sido, es y será mi hermano- lo mira como si pudiera
escucharle y masculla- Ya sabes hermano, nosotros tres siempre contra el mundo.
Los murmullos
generalizados de tristeza, el silencio perpetuo se adueñan del lugar mientras
vemos como el nicho de nuestro amigo va a quedar a metros bajo tierra quedando
así en el olvido de los que nunca se preocuparon por él, pero quedando en
infinito dolor para los que Chaz no fue alguien del montón, sino alguien
especial entre la multitud.
***
Si ahora pudiera
arrancarme los pelos de cuajo, lo haría. Opto por morderme las uñas que es
mucho menos doloroso y ya calma bastante. De seguro que si Anna o Tatiana me
vieran ahora mismo, me matarían.
Deslizo mis manos
temblorosas hacia la cremallera de mi vestido mientras me observo en el gran
espejo que hay colgado en la pared frontal de la habitación de hotel que me ha
tocado, justo al lado de la puerta. Me veo guapa, la verdad, quizás demasiado.
Tengo miedo. Sé que no debería de tenerlo ya que lo que hoy voy a hacer es como
si estuviera en el cuerpo de policía con Josh y mi padre; una misión más,
camuflada entre el gentío de la fiesta, pero no estoy cómoda. Hoy ellos no me
protegen, hoy ellos no están y encima Justin necesita mi plena ayuda en esta
noche a pesar de que seguramente no me cree capacitada para tal movimiento, ni
me cree eficaz pero algo en mi interior me dice, me implora que no la cague,
que no le falle. Quiero que vea que soy útil, que todo el entrenamiento, todas
las horas que hemos puesto ambos han servido de mucho y han valido la pena.
Pican a la puerta y sé,
de inmediato, que es Justin. Todavía no he acabado de arreglarme pero voy a
abrirle para que entre.
-Nicole, abre anda. Que
ya queda poco para irnos- informa de que ya no me queda tiempo para remolonear.
Me dirijo a la puerta y
al abrirla, me encuentro a un Justin embutido en una polera blanca con cuello
de camisa, una americana azul marino tirando a gris, unos pantalones negros y
unas bambas oscuras en los pies. Está realmente atractivo, y me quedo sin
habla.
Me fijo en sus ojos, en
como los dirige por todo mi atuendo y como parecen estar complacidos con lo que
ven. Me recompongo, no pudiendo omitir un cosquilleo en el estómago al
percatarme de esto último.
-Estás preciosa-
masculla, bajando la mirada a los pies de inmediato.
-¿Sí? ¿Voy bien? A mí
no me convence, no sé- explico mirándome por última vez en el espejo.
-Estás preciosa, vuelvo
a repetir- asegura, vergonzoso para luego subir la mirada y murmurar, firme-. Y
yo no doy cumplidos porque sí.
-Entonces gracias- me
sonrojo al ver que es tan persistente en su piropo. Toco mi cuello y caigo en
la cuenta de que no me he puesto el colgante que quería llevar esta noche-.
Ven, ayúdame con el collar, por favor-pido dirigiéndome a la cómoda que hay en
la sala principal de la habitación. Cojo la cajita y se la tiendo.
Me volteo, dándole la
espalda y muevo todo mi pelo hacia un lado dándole acceso a mi cuello, nuca y
espalda. Oigo como abre la caja de tela, saca el colgante y se acerca a mi
cuerpo por detrás. Pasa sus dos brazos por los lados tendiendo el collar a mi
vista por delante, lo abrocha con delicadeza, luego, pasa sus dedos por mi
nuca, con delicadeza. Mi piel se eriza con su contacto poniéndoseme la piel de
gallina. Ahogo un gemido, cortándolo. No quiero que conozca lo que hace su
cercano contacto. Carraspea acercándose a mi oreja por detrás, colocando la
cabeza en el ángulo recto entre mi cuello y mi espalda.
-No estés nerviosa,
Nicole- alienta, cuando en realidad no sabe que esto precisamente consigue lo
contrario.
-Lo voy a estar igual-
contesto con dificultad. Mi respiración es tan agitada que creo que me va a dar
un ataque, pero intento que no se note.
-Eres buena, Nicole,
muy buena. Todo va a salir bien- finaliza antes de dar un casto, corto, húmedo
beso justo en la curvatura de mi nuca.
***
Forma un círculo
perfecto con el humo de cigarro que expulsa por su boca. Lo observo en
silencio, sin querer cortar su tranquilidad. Sé que él también está nervioso,
aunque no lo admita, y que fumar lo apacigua. Le dejo hacer aunque realmente me
molesta que lo haga ya que yo acabo respirando casi más humo que él. Frunzo el
ceño, acto que nota y baja la ventanilla de su querida Karma, sonriendo de
lado. Me río también, consciente de la situación. Vuelve a acercarse el
cigarrillo a su boca, aspirando el máximo humo adictivo posible.
-¿Me dejas probarlo?-
le pregunto, queriendo cortar el silencio. No es para nada incómodo pero lo
cierto es que nunca he fumado, tan siquiera le he dado una calada y eso es
verdaderamente raro en mí dado que estoy hecha un caso.
-Ni pensarlo, nena-
contesta, tajante. Arrugo mi frente, sin comprender.
-¿Cómo?- abro la boca-
¿Por qué no, Justin?
-Fumar es malo- sonríe
traviesamente, como si me estuviera contando un chiste.
-¡Pero si tu fumas!- le
recrimino, como si fuera una niña pequeña de cinco años.
-Eh, nena, fumar mata y
es muy malo. No voy a dejar que lo pruebes para que después te enganches.
-¿Y entonces si mata
para que mierdas fumas?- me quejo contrariada por toda esta situación.
-Porque a mí me importa
una mierda si yo muero, pero no voy a permitir que mueras por esta mierda-
señala al cigarrillo que descansa entre sus dedos con los ojos.
-No voy a morir por
fumar, Justin- ruedo los ojos hacia la derecha.
-Lo que sea. No vas a
fumar- finaliza, mientras que frunce sus labios en una línea muy fina.
Pasamos lo que queda de
trayecto completamente callados, sin ni siquiera oírse las respiraciones. Yo
estoy tensa. Esta noche depende de mí, en parte. Miro por la ventana el paisaje
para evadirme de esta incomodidad de nervioso sentimiento mientras me conduce
entre caminos angostos hasta que la gran mansión se extiende ante nuestros
ojos. Es incluso mayor que la casa de Justin, y toda está iluminada por luces
doradas. Tiene el estilo típico de las grandes casas californianas. Abro la
boca atónita, observando toda la fachada; la mansión parece tener una gran
piscina ya que el agua forma unas preciosas ondas de luces celestes en la pared
que destaca con el marrón propio, por las cálidas luces.
Justin mira como me
embobo mirando todo a nuestro paso, y reprime una risa suculenta, ladeada al
tiempo que muerde su labio inferior con disimulo. Me pongo colorada dado que me
doy cuenta, hecho que me incomoda bastante en realidad.
Al alcanzar la parcela
exterior un aparcacoches trajeado—pantalones
negros, americana azulada con pajarita negra— observa cómo llegamos hasta él,
sonriente. Justin baja primero del coche, pasa por delante rápido y antes de
que el chico abra mi puerta, se interpone y la abre él. Sonrío como una niña
pequeña. Justin me tiende su mano, la cual acepto gustosamente; perfecta para
poder salir con facilidad de su deportivo lacado.
Al levantarme quedo muy pegada a su cuerpo, lo miro a los ojos
directamente; se acerca a mi oreja y murmura ronco- Relax, nena. Estoy aquí
para protegerte por si se tuercen las cosas.
Asiento pensativa, tratando de no soltar un ruidito leve por su cercanía.
Me quiere matar. ¿Por qué reacciono de esta manera? ¿El pulso no puede dejar de
alterarse?
«Mhm, no. Me gusta demasiado. Nos gusta demasiado», balbucea
llena de excitación mi Diosa tan pronto se muerde el dedo índice con
coquetería.
A continuación pone su brazo izquierdo en forma de jarra, invitándome a
que me agarre a él. No me pienso ni dos veces el hacerlo o no, simplemente lo
hago. ¿Cómo iba a rechazar su brazo? Sería de persona estúpida hacer tal cosa.
-Señor, señorita- saluda el aparcacoches-, la fiesta les espera todo
recto subiendo las escaleras- indica con una sonrisa falsa, de compromiso.
-Gracias- agradece Justin y le tiende las llaves-. Por favor, no quiero
ver ningún rasguño, ¿entendido?- pide autoritario. Adivino que el chico no
quiere tentar a la suerte, así que asiente agarrando el juego de llaves con
firmeza.
Encaminamos en la dirección que nos ha indicado entrando en una gran
sala cubierta, decorada al más estilo veneciano. Es extraño encontrar estilos
tan diferenciados en la misma mansión pero le da un encanto especial y
acertado.
Me aprieta la mano con fuerza, alentándome y dándome confianza a mí
misma- Ahora buscaré a Brown, tú disfruta de la fiesta, ya sabes. Acércate a la
barra, Fillion te verá ahí seguro. Camélatelo- ordena, con una suavidad
increíble en su voz pero con un matiz de preocupación, posesividad.
Opto por empezar a seducir, a ponerme coqueta con él para que vea que no
sólo me camelaré a Fillion a la perfección, sino que encima tendrá sueños
calientes conmigo durante toda la semana porque lo voy a dejar con las ganas.
Así que me suelto de su brazo, acariciándolo en mi huida al tiempo que miro sus
ojos caramelo profundamente, pestañeando cursi- Tranquilo, Justin. Seré muy
capaz de hacerlo- muerdo mi labio inferior, sensualmente y me alejo de su
persona, cantoneando las caderas en cada paso.
Justin abre ligeramente la boca, como tratando de aspirar el aire que le
falta.
«Bien
hecho», aplaude Ella emocionada porque me haya atrevido
a hacer eso. Pero la verdad es que soy capaz de hacerlo mucho mejor.
Me acerco a la barra, expectante por encontrarme a ese tal Fillion y por
ver por fin su cara. Espero que por lo menos sea atractivo, así me divertiré un
rato.
-¿Qué desea, Srta.?- pregunta el morenazo que hay por camarero. Sonrío; la
noche es prometedora.
-Un mojito por favor.
No pasan ni diez minutos cuando oigo a un caballero mayor saludar a un
tal Sr. Fillion. Miro y mis ojos se topan con un hombre joven de unos
veinticinco años a lo sumo, alto, esbelto y tremendamente guapo. Va embutido en
un traje muy sencillo—americana oscura, pantalones oscuros, zapatos negros
formales, corbata negra y lisa y una camisa básica blanca— pero va para comérselo.
A parte, lleva un sombrero de gánster sobre su cabeza. Lo escruto con disimulo,
por encima de mi bebida. Goza de una palabrería característica, camelándose a
todo su alrededor y provocando varias carcajadas entre “su” público. Examino su
rostro aguileño: ojos azulados tirando a grises, profundos y que parecen estar
tramando algo en todo momento, las cejas ligeramente fruncidas hacia abajo como
ocultando esos preciosos ojos, nariz alargada por el comienzo y ancha al final,
boca grande con labios finos—más el superior que el inferior—, una barba
incipiente bajo su nariz y en su mentón.
El tal Fillion dirige su mirada hacia mi dirección por accidente. Sonrío
descaradamente, al ver que mantiene la mirada puesta en mí y esboza una sonrisa
ladeada de vuelta.
«Ya es nuestro. Atrapado»
Dirijo mi vaso a mis labios y bebo, insinuante. Cuando separo el vaso,
muerdo mi labio inferior. En un momento, dirijo mi mirada al otro lado de la
sala como buscando a alguien para que Fillion sienta la necesidad de venir a
mí, de que me puedo escapar de su alcance. Veo a Justin observándome sin que se
note mucho, inexpresivo. También descubro a Ryan entre la gente, hablando con
un par de chicas; al igual que Anna, quien está en la otra punta charlando con
un rubio de gran porte de más o menos un metro ochenta mientras ambos dirigen
miradas de soslayo al otro. Suelto una carcajada por dentro por la situación;
ambos guardando apariencias de que les importa una mierda lo que haga el otro
cuando en realidad se mueren por dormir abrazados todas las noches y por
prometerse una larga vida juntos.
Entonces es cuando una mano roza la mía, jugando con mis nudillos. Miro
por última vez a Justin—quien aprieta el puño con violencia— y contraigo mi
mandíbula.
«Comienza el juego»
Comienza
el juego.
Parte
III
Narra Justin.
Verla coqueteando con ese cerdo, me supera. Nicole me trae loco y cada
día estoy más seguro de ello. No quiero que ella se acerque a Fillion, y lo
peor de todo es que yo la he lanzado a sus brazos. No pensaba que iba a ser tan
doloroso, que me iba a provocar tanta rabia para acumular en mis puños, los
cuales quieren liberarse en el estómago de ese capullo. Como la toque, como
intente algo, lo mato. Y lo hará; lo conozco demasiado. Confío en que ella sepa
salir de sus garras si ocurre lo peor, que se sabrá defender. Ella es buena;
realmente lo es. Sólo tiene que confiar un poco más en ella misma.
Intento evadirme, dirigiendo la mirada fuera del rango barra ya que no
soporto ver a Fillion hablando animadamente con Nicole. Y encima ella parece
estar a gusto. ¡Maldita sea!
Está actuando. Está sólo actuando…, intento convencerme porque si no soy capaz de
ir hasta la otra punta de la sala y enviar a la mierda toda la operación.
Cierro los ojos un momento, aspiro fuerte el aire cargado de mí
alrededor. Al abrirlos, veo al hombre que ando buscando: el Sr. Brown, el cual entra
sonriente a la sala bajando las escaleras centrales con una escolta generosa a
su espalda. Saluda dándose la mano con otro hombre canoso y con la que parece
ser su mujer aunque por la edad de la chica adivino que es más bien una fulana.
Cuando acaba sus salutaciones por el camino, me acerco a él firme, sin
perder el paso.
-Buenas noches, Sr. Brown- le entro, esbozando una sonrisa complacida.
-Igualmente- me escanea de arriba abajo, evaluando si soy digno de su atención-.
Parece ser que el pequeño McCann se ha dejado caer por mi fiesta.
-No me la perdería por nada en el mundo, Sr. Brown- alzo mi copa de
champán-. Magnifica, por cierto.
Asiente gozoso- Espero que sea un éxito rotundo.
-Lo espero igual, y- creo que es momento de introducir mi oferta- creo
que le encantará saber que vengo con un cometido.
Suelta una carcajada- No me esperaba menos de un McCann, hay que
decirlo.
-Nos conoce bien entonces, Sr.
-Demasiado bien, me temo- regala un golpecito amistoso en mi espalda-.
Supongo que estará ansioso por compartir conmigo su oferta, ¿cierto?
-No se le escapa ninguna, Sr.- río, viendo que el viejo es rápido para
lo que le interesa.
-Bueno, entonces, debo decirle que ahora mismo debo estar por mi fiesta-
informa- pero que espero que acuda a la planta superior en cuanto pueda ya que
allí le espero.
-Entendido Sr. Brown- mascullo, realmente contento. Lo he conseguido. Me
va a escuchar y en cuanto lo haga no podrá negarse a nuestra oferta.
-Espero encontrarle, McCann- se despide señalándome con su dedo índice
mientras transforma sus ojos en una fina línea y sonríe al alejarse.
Claramente este trato ya está cerrado.
***
Me dirijo a la pequeña barra que hay en esta habitación, cojo la botella
de Whisky y vierto un poco en uno de los vasos de vidrio que hay en las estanterías.
La sala tiene unos grandes ventanales de medio arco que dan a la sala central
donde se está llevando a cabo la fiesta. Puedo observar todo, pero lo único en
lo cual mis ojos se fijan es en Nicole; ella, la tela de su vestido
acomodándose a su piel, su singular coquetería, sus grandes ojos, sus mejillas
sonrosadas, sus labios curvándose en una amplia sonrisa sin hoyuelos, sus manos
agarrando el brazo de ese cerdo, las palabras que seguramente estará usando
para entretener a Fillion, las caricias que le dedica… ¡Quiero matarlo! La ira
inunda cada fibra dirigida a la punta de mis dedos y sólo quiero darle una
paliza. Dirijo mis manos al arma que llevo entre el pantalón y la cintura, en
el momento en el que el Sr. Brown entra por la puerta lateral de la sala. Me
resisto de matar al capullo ese, de echar a perder todo esto.
-Me alegro de verlo aquí, McCann.
-Me ha citado y no me iba a perder esto, entiéndelo- contesto,
intentando contener el aire dentro de mis pulmones para relajarme.
-Bueno, explícame que oferta tienes preparada para mí- pide, aspirando
el aire de su puro.
Alargo la mano hacia el bolsillo delantero de mis pantalones de traje
oscuro, cojo la cajita plateada que guardo y se la tiendo. Sus ojos se abren en
plena sorpresa.
-¿Qué guardas ahí, McCann?
Sin decir nada, abro la tapa de la cajita y descubro una pequeña
pastilla rosa.
-Esto, Sr. Brown, es la droga más fuerte que va a haber en el mercado y
usted va a tener el placer de suministrarla a toda su zona- sonrío ladeado al
darle el bombazo que va a marcar este mercado.
***
Escaneo la sala para encontrar a Nicole. Necesito controlarles, además
de que ya he acabado con Brown y nos podemos largar. No voy a malgastar más
tiempo en esta maldita fiesta, ni voy a permitirle más tiempo a Fillion para
que sobe a Nicole. Ella es mía y de nadie más; menos de un cerdo como él que sólo
se aprovecha de las mujeres para únicamente una cosa: negocios con trato de
blancas.
No la encuentro por ninguna parte, entrando en pánico. ¡No está! Nicole
no está, y sólo puedo pensar en una cosa: sus manos recorriendo la piel de
ella, sus besos por su cuerpo, ella sonriendo, a ella le gusta, a ella le
encanta, ella le pide más. A mí no me desea, a mí me rehúye.
-McCann, un placer verte aquí otra vez- anuncia una voz que reconozco al
segundo de oírla.
Me giro de sopetón, y toda esa rabia que había sentido momentos antes
con Fillion o durante la velada, se multiplican por mil. Aquí está él: el tío
que ha robado la vida de Chaz cruelmente.
-Lowell- mascullo, apretando los dientes con fuerza.
-¿Me has echado de menos, McCann?- pregunta con chulería, mientras me
fulmina con esa mirada verde que me recuerda tanto a la de una serpiente.
-No sabes cuánto, sobre todo mis ganas de acabar contigo- farfullo rudo,
apretando los puños y queriendo echarme sobre él.
-Ah, no, McCann creo que eso no va a ser posible- chulea al tiempo que
pasa sus dedos sobre la madera de la barra del bar. Serpentea, acercándose a
mí.
Siento una punzada en las extremidades.
-¿Y por qué no, Lowell? Voy a acabar contigo- mascullo, con una
dificultad que es rara en mí- Mal encaminado vas si crees que hay modo de que
te salgas con la tuya.
Una gota cae por mi frente, traicionera a mis amenazas. Las manos, de
igual modo, empiezan a sudar y a ser más punzantes. Los pies me hormiguean haciéndome
creer que no estoy realmente sobre el suelo. Me alarmo, ¿qué me está pasando?
Ya ni siquiera siento mis pies. No están, han desaparecido de mi cuerpo como si
se hubieran despegado. Esta sensación cada vez se apodera más de mi cuerpo extendiéndose
por mis rodillas. Noto que flaquean.
-¡¿Qué me has hecho, hijo de puta?!- chillo con rabia, sintiendo como mi
cuerpo va quedando paralizado. Ni siquiera sé cómo narices todavía me mantengo
recto.
-No voy a dejar que ganes, McCann. Estoy harto de tu puta familia, de
ti- barbotea tan pronto saca su pistola negra y me apunta.
Miro por el fino canon del arma, sabiendo que se acerca mi fin. Noto
como se me traba también la voz, no permitiéndome gritar. No obstante pudiera,
nadie me oiría. Estoy sólo en esto.
Completamente solo.
Comienza
el juego.
Parte
IV
Narra Nicole.
Sus manos tratan de subirme el final del vestido, recorriendo cada
trozo, apretando. Yo sólo siento asco. Quiero que pare, y quiero que lo haga
ya.
-Para Ethan, por favor- le pido, pensando que me va hacer caso. No
obstante, no lo hace y me asusto. Otra vez no, por favor. Ya tuve bastante con
los tipos en el centro comercial.
Paro su mano, hincando mis uñas en su carne. Me ha empotrado contra la
pared, recargando todo su peso sobre el mío. Siento su erección en la barriga,
y tengo miedo. Quiero que pare, yo no quería esto.
-¡Para, maldita sea!- chillo por última vez.
-No- niega rotundamente-. Me has calentado y vas a acabar lo que has
empezado.
Entonces el pánico se apodera de mí. No quiero que me toque. ¡No quiero
que me toque nadie! No de este modo. No quiero que me toque nadie. No quiero
que me toque.
Siento repulsión a sus caricias frías como el hielo, a su aliento fétido
y a sus ganas de más de mí. Yo no deseo darle más. Quiero desaparecer ahora
mismo. Decido ponerme tensa, firme, autoritaria. Él me ha enseñado a ser así, a
no tener miedo, a ser valiente. He entrenado para esto; no sólo con mi padre,
con la brigada, sino ahora con él, con Justin. Y no voy a permitir que este
cerdo toque lo que no le pertenece. No soy un objeto, no soy un objeto, no soy
un objeto y no sólo valgo para esto. Nadie sabe todo de una persona realmente,
siempre hay resquicios de tu historia que has guardado, guardas y seguirás
guardando en tu memoria, en lo que nadie puede dañar. Siempre habrá momentos
que querrás olvidar que no podrás al igual que momentos que no quieres dejar ir
de tu mente y se esparcirán entre brumas en poco tiempo. No voy a dejar que
cualquiera me toque de esta forma. Mucho menos este cerdo de poca monta.
Cegada por esta repugnancia hacia su persona, elevo la rodilla contra
sus partes lanzando un fulminante golpe en su entrepierna que provoca mi
liberación y su retorcimiento sobre sí mismo. Escapo de esas manos que buscan
mi piel, corriendo hacia la gran sala dónde sigue sonando la música y las
carcajadas generales aumentan. Paso por un estrecho pasillo lleno de vitrinas
con objetos caros antes de llegar por fin al corazón de la celebración. Busco a
Justin. Necesito encontrar a Justin.
Justin, Justin, Justin, Justin, Justin, Justin,
Justin, Justin, Justin, Justin, Justin.
Recorro con rapidez toda la sala. ¿Dónde está? ¡Maldita sea! Lo
necesito. Alzo la vista, y lo veo. ¡Está arriba! Pero, agh, joder. Algo va mal.
Veo a un hombre que no reconozco apuntándolo con una pistola negra.
Parece cabreado, y de inmediato un sentimiento de miedo, de pánico llega a cada
una de mis células. ¿Quién es ese tío? ¿Por qué apunta a Justin? ¿Qué cojones
ha pasado? No lo entiendo. Justin no opone resistencia, sólo lo mira fijamente
tan pronto se desploma sobre sus rodillas.
El valor que antes ha flaqueado, llega a mí. Ahora es Justin quien
necesita mi ayuda y la va a tener. Debo salvarlo, debo sacarlo de ahí. No puedo
quedarme sin él. Lo necesito. Yo…yo…yo…Yo creo que lo quiero. Echo a correr lo
más rápido que mis piernas me permiten. No puedo perderlo. No a él. Ya se murió
Chaz, y no pude hacer nada para salvarlo. Ahora Justin no. Justin no. Yo lo
necesito.
Mientras corro, atisbo un rostro conocido y lo agarro con fuerza- Ryan,
Justin está en peligro. ¡Corre!
Ryan frunce el ceño pero entiende, y reacciona mucho más rápido de lo
que esperaba. Me sigue, ambos subimos las escaleras sin perder ni un segundo de
nuestras vidas. Un segundo puede marcar la diferencia; Justin puede que
necesite un mísero segundo para seguir vivo. No puedo perderlo. No puedo. Si lo
pierdo, yo…yo…«Te pierdes
con él»
Abrimos la puerta expectantes por saber qué va a pasar a continuación.
Ryan ya permanece preparado—con su arma descubierta, preparado para disparar si
es necesario; que lo será— a mi lado en el momento en el que abre la puerta de
un portazo, casi descoyuntándola de su sitio.
El hombre va a disparar contra nosotros cuando se encuentra atrapado,
pero Ryan es mucho más rápido, disparando una única bala que impacta en la
frente de ese hijo de puta. El sujeto cae sobre sus rodillas, desplomándose de
lado.
Corro hacia Justin, lo elevo abrazándolo. Está completamente tieso; sin movilidad,
sin tan siquiera respirar, pesando una tonelada. ¿Qué le pasa? No entiendo
nada.
-¡Ayúdame Ryan, no puedo con él!-chillo desesperada, con miedo a que ya
no haya más Justin, ya no haya más el odioso “nena”, ya no haya más
entrenamientos, ya no haya más momentos incómodos dónde parece que se me sale
el corazón por la boca.
Sumiso, hace lo que pido, ayudándome a sacar de ahí a quien nunca pensé
que llegara a ser tan importante para mí.
Bajamos las escaleras arrastrando el cuerpo prácticamente inerte de
nuestro amigo. Bueno, para mí ya no es un amigo. Lo asumo, Justin me importa
demasiado.
Lo movemos entre toda la gente de la sala, alterada al vernos y por
alguna razón más. El ambiente no está para echar cohetes, no obstante, ahora
mismo es lo que menos me importa. Sólo me importa sacarlo de aquí, alejarlo de
todo, ponerlo a salvo. Justo antes de salir es cuando me percato de algo: una
voz me llama, suplicante y alarmado.
-¡¿Nicole?! ¡¿Nicole?!- grazna desconcertado, con un matiz de
preocupación, odio, temor y asco en su voz.
Me volteo para ver quien llama mi nombre. Entonces lo veo, a quien
deseaba que se salvara también, a la persona que siempre estuvo allí en todo
momento: Josh.
-¿Qué haces Nicki? ¡Ven! Déjalos ¡Ven Nicole!- ruge con ferocidad,
aclamando mi regreso pero yo ya no quiero volver porque no puedo hacerlo. No
puedo volver a mi antigua vida porque no quiero tener que olvidar a los que ya
forman parte de ella, a los que en circunstancias extremas han entrado en ella.
Yo no quiero vivir resignada a olvidarle. ¡No quiero olvidarlo!
-Lo siento Josh, no puedo abandonarlo- murmuro lo suficiente alto para
que me logre escuchar, o por lo menos leerá mis labios.
***
Su cuerpo se convulsiona
por momentos. Suda a chorretones por su frente, por su cuello, por su estómago,
sus piernas, todos lados. No para de gemir, de dar espasmos. Estoy
aterrorizada.
-¡No dejes que cierre
los ojos!- me ordena Anna mientras intenta esquivar a todos los coches que nos
vienen atrás.
Justo en el momento en
el que hemos empezado a circular, una patrulla de policía ha empezado a
perseguirnos por las calles de San José. Josh habrá dado la alerta, hecho que
me entristece, pero lo entiendo. “El deber es lo primero”, típico lema de mi
padre.
-Joder, maldita sea.
¡Putos hijos de puta!- brama Ryan mientras carga por quinta vez consecutiva su
arma, antes de asomarse por la ventanilla dado que debe dar balazos a las
ruedas de los coches y a los cristales para poder perderlos de vista- ¡Esta
mierda no sirve! ¡Necesito algo más potente!
-No hay nada Ryan, no
hay nada…-contesta Anna mientras que juega con la velocidad, la astucia, el
arte de la desaparición en carretera. Debemos volvernos invisibles.
Yo permanezco detrás,
cuidando de la persona que en estos momentos tiene mi corazón en su mano. Debo salvarlo
o no me lo perdonaré en la vida, si logro vivir si él muere.
-Por favor Justin,
aguanta…-suplico, al borde del llanto- No quiero tener que cavar tu tumba,
¿vale?- acaricio su mejilla, beso su frente con delicadeza; miedo por si puedo
romperlo. Se ve tan débil ahora mismo que hasta una pluma sería un arma letal
para su cuerpo.
Con las pocas fuerzas
que todavía goza, mueve su mano y agarra la mía, pidiendo mudamente que nunca
lo abandone. Lo noto, me lo está pidiendo.
-¿Por qué no te has
marchado?- su voz es prácticamente inaudible y tengo que hacer un esfuerzo para
entenderlo.
Justin está sudando. No
sé qué le ha dado ese tío que lo apuntaba con la pistola, pero temo por su
vida. Su respiración es cada vez más entrecortada, sus ojos se tornan blancos
por momentos, y gime levemente como aullidos rasgados desde lo más hondo de su
garganta. Está delirando; yo sólo quiero salvarlo, alejarlo de aquí lo más
ráìdo posible pero antes debemos deshacernos de ellos.
Cierro los ojos para
pedir al cielo que Justin sea capaz de aguantar lo que quiera que le esté
pasando.
Lo miro directamente a
los ojos y suspiro- Porque ya no quiero hacerlo.
Sonríe lo que parece
complacido por mi corta respuesta, traga saliva, tumba su cabeza hacia un lado
y se abandona al sueño.
-¡No, Justin! No
duermas, por favor- imploro con la voz rasgada, rota, justo en el momento en el
cual veo a uno de los coches de policía salir por los aires al desnivelarse en
el choque con algo, dando una vuelta de tres cientos sesenta y cinco grados en
el aire.
*********************************************************
JELOOOOOOOOUS. Bueno, aquí os dejo el siguiente, espero que os guste blahblahblah ÑEEEEEEEEEH. que eso que os lo dejo porque sino me mataréis y porque joder, ya lo he acabado. ¡POR FIN! me ha costado, lo sé._. Nah, que no me enrollo más que me reclaman por Twittah como Ryan a tope de powáh y como Justin a tope de zuac. Que guarrillas son todas, maemía:''''''''')
Os loveo.
{Si os gusta la novela que cuelgo en este blog, por favor, seguidlo y dejad un comentario shashi debajo. Mersiiiiii}
Las lectoras que tengáis Twittah por favor, dadle RT a este TWEET .