jueves, 31 de octubre de 2013

Relato; Cuchillas entre mariposas.











El Otoño de 1917 fue uno de los más fríos todavía recordados en Soria. Los cuatro muchachos apenas se sentían las yemas de los dedos mientras desfilaban entre las sombras de la noche de Todos los Santos. Sus ropajes eran de lino y sus pieles demasiado poco curtidas para resistir tal frío otoñal.  El ambiente del cementerio de la colina estaba embriagado por un frío sepulcral, las ramas de los arboles chirriaban a modo de bienvenida, los pasos de los cuatro muchachos se tornaban cada vez más huecos. Un olor a rancio, vejez, pérdida, rezumaba a su alrededor. 

Tal osadía se debía a la tonta habladuría de que el cementerio de la colina permanecía custodiado por las meras figuras vacías de los allí encarcelados bajo toneladas de húmeda tierra inerte y por el bocazas de Marcos, quien aseguró días antes, pasar una noche en ése pedazo de tierra olvidado de la mano del Señor. Ninguno de los cuatro se había creído tales historias, puesto que ellos eran mucho más racionales para creerse lo que charlatanes sin fundamentos predicaban. 

Sin embargo, Iván, el benjamín de todos ellos, tiritaba de miedo a cada paso que daba. Temía que todas las historias de miedo que había leído durante sus tardes de verano, antes de que comenzara el curso, cobraran vida. Siempre le habían atemorizado dichas criaturas capturadas por la pluma de grandes escritores, a los cuales idolatraba, cuyo recuerdo se hacía presencia en las peores pesadillas de sus largas noches invernales. 

Anabel, una muchacha de dorados cabellos largos y ojos cristalinos, descolocaba uno de los barrotes de la verja de entrada cuyo metal se había oxidado al olvido del viento de los años. Iván tragó saliva al oír el lamento del metal al ser cambiado de posición. Anabel volteó, impacientada por saber qué escondía aquel lugar en la noche más siniestra del año.

-Ya no podemos volver, amigos- sucumbió a comentar la muchacha. 

Marcos se hizo paso entre ellos, cruzando el umbral, olvidando rezagada a su hermana pequeña quien estaba completamente asustada. Ambos, los más mayores, prosiguieron su caminar hasta adelantarse más de diez pasos. A Iván no le importó a pesar de no querer quedarse completamente sólo. Miró a la hermana de Marcos, la cual siempre le había parecido simpática, aunque no hubieran intercambiado muchas palabras con anterioridad. En cierta manera, pensó, eran muy iguales, pues ambos siempre estaban metidos en líos por culpa de las aventuras de sus hermanos. Iván opinaba que Clara era bastante guapa pero que nadie se percataría de ello, sólo aquel que pasara muchas horas a su lado. Él las había pasado, incluso más en el último verano, pero casi nunca habían hablado puesto que sus tardes siempre parecían suspender entre diálogos provenientes de sus hermanos. La observó con detenimiento. La camisa enmarañada colgaba de sus hombros, sin apenas contornear su figura, bastante sucia; la falda oscura con el escudo de Santa Trinidad, el internado en el que estudiaban, para nada quedaba atractiva en su cintura. La visión de ella le hizo sentir pena por un instante, para después darse cuenta que él debería dar la sensación de estar igual. Ambos temblaban de terror mientras que sus hermanos eran los valientes; siempre en segundo plano, siempre rezagados en segunda posición, siempre bajo el ojo de aquellos quienes esperaban algo diferente, algo mayor, de lo que eran en realidad.

Se acercó, no muy seguro de lo que hacía. Nunca fue muy echado para adelante, nunca muy hablador. Sus mejores amigos habían sido los libros; ellos y sus misteriosas historias que le hacían escapar de su realidad- Si tienes miedo, puedes…ehm, cogerme de la mano.
Clara fijó sus acaramelados ojos en los de aquel muchacho, y titubeante, la agarró. Iván sintió electrizante su contacto, como si traspasara a través de ella aquella magia extraña que narraban sus libros. Se preguntó el porqué de esa sensación, no obstante, decidió no darle mucha importancia.

Desfilando entre las añejas losas de mármol, alzados ángeles posados, pasadizos al más allá inmediato, sintió como algo oscuro se cernía sobre ellos. Un aullido se oyó a lo lejos, el repiqueteo de las campanas de la capilla, que escondía el bosque en el que estaba situado el cementerio, resonaron entre la paz de la noche. La piel de Iván se erizó, Clara zafó completamente su brazo con el tun-tun de su corazón cada vez más frenético. Siguieron caminando, tratando de ignorar que algo parecía torcerse y que habían perdido por completo la pista a sus hermanos. El cementerio asemejaba ser más grande y mucho más laberíntico de lo que ellos habían pensado en un principio. Iván leyó las inscripciones de las lápidas; perpetuas palabras amables para terribles legados. Si de algo estaba seguro es que sólo hacía falta morir para que hablasen bien de ti, aunque el dueño de este epígrafe hubiese sido uno de los mayores canallas de la historia. 

-Nunca debí aceptar venir aquí- ahogó Clara.
-Opino lo mismo pero ya estamos aquí- pronunció su garganta-. Debemos encontrar a Anabel y Marcos.

Después de largo rato caminando, se dieron por vencidos. No los encontraban por ningún sitio y no creyeron que el cementerio fuese tan grande. Sin embargo, cuando menos buscas una cosa, más pronto la encuentras. Llegaron a una de las zonas más periféricas del cementerio; sólo el rumor de las hojas de los árboles se escuchaba y el frío era más penetrante. Ambos se miraron, capturando el calor que sus miradas otorgaban. Iván se fijó que los labios de Clara estaban tintados de morado por el frío y que su amiga alcanzaría una hipotermia en cualquier momento. Se dejaron de prestar atención durante un segundo cuando vislumbraron el peor de los escenarios. Sus bocas se rasgaban en horror, casi gritando pero sin emitir sonido. Sus ojos eran meras cuencas vacías sin globos oculares, sin pupilas, sin luz; sólo pozos negros ensangrentados. Anabel y Marcos empalados en el centro de un círculo franqueado por varias estatuas de ángeles alados prohibiendo el paso con sus grandes oscuras alas. Sus rostros encogidos en terror, empergaminados con las lenguas manchadas de tinta negra. El estridente murmullo de las cuerdas de un violín rezumaron una melodía lenta, bajo niveles fónicos perfectamente perceptibles, adivinando las peores circunstancias posibles.

Las piernas de Clara flaquearon, el tiempo dejó de latir e Iván sintió que le faltaba el aire. Cerró un lapso los ojos para tratar de despertar. Debía ser un sueño. Debía serlo, pensó. Pero no lo era. El abrazo del frío impregnaba cada vez más la noche, la escarcha se acoplaba como manto sobre la hierba y la hojarasca. 

-Iván, tengo miedo- musitó Clara, al borde del llanto-. Nuestros hermanos…
-Debe ser un sueño, Clara. Esto no puede estar sucediendo- interrumpió, asiendo con más fuerza la delgada mano de la chica.
   
Antes de que pudieran acercarse, una nube de polvo ambarino surgió de la nada y miles de mariposas negras se fueron desprendiendo de los cuerpos sin vida de sus hermanos. Ellos eran el polvo, las mariposas su recuerdo. Una figura hecha de estas negras musas se alzó ante los ojos de Iván. Una criatura venida de sus peores pesadillas. La reconoció. Era esa extraña figura que surgía de vez en cuando entre las líneas de sus sueños. Esa criatura que se había quedado en segundo plano pero que ahora había cobrado protagonismo. Iván miró lo que intentaban ser unos ojos: pozos rebosantes de un líquido viscoso que parecía vibrar. Se vio a sí mismo en ella. La criatura pareció hablarle, o por lo menos lo intentó. No se oyó absolutamente nada. Volvió a tratar pero esta vez tampoco se escuchó emerger ningún sonido de unos labios inexistentes. Entonces, de la nada, un chillido agudo, parecido al chirriar de una cafetera a presión mezclado con una puerta sin suficiente aceite, surgió. Clara e Iván esperaron lo peor. La figura de aquella dama con andrajos se irguió en un susurro ancestral precipitándose sobre sus dos cuerpos. Dolió, tanto que escocía. Abrazó a Clara con mucha fuerza. No podía perderla. Las alas de esos voladores bichos, eran afiladas y rasgaban su piel con voracidad. El petulante ambiente en los que se sentían encapsulados mientras Clara gritaba de dolor y su garganta no osaba decir nada, le hizo sentirse sólo en el mundo. Sólo, muy sólo. Miedo, mucho miedo. Miedo a perderla, miedo a no ser capaz de vencer su propia fantasía. ¿Hasta qué punto podía llegar a ser real? Entendió que no era una pesadilla, entendió que no era mentira, lo estaba viviendo. Estaba viviendo el aspecto físico de todas sus inseguridades. Estaba viviendo todo lo que pretender ser lo que no era le había ido haciendo mella en su propia persona. Reconoció los ruidos que hacían el revolotear de las mariposas como el sonido de las fechorías, los reproches, las palabras críticas, las recriminaciones que alguna vez había escuchado de la boca de sus más acercados familiares o de sus padres. Olió el fétido olor de las mentiras, de las envidias, de las lágrimas encharcadas que había llorado por las noches. Esa criatura no era un ente maligno como el que narraban sus cuentos; esa criatura era la acumulación exacta de todas sus vivencias desde la parte oscura que no todo el mundo es capaz de ver. Llegó a un punto que ni los cortes dolieron pues comprendió que sólo eran las magulladuras que quedaron de todo lo que había guardado en su memoria.

Clara levantó la vista como pudo, tratando de que no dañaran sus ojos. Pero las alas de aquellos fatídicos compañeros rasgaron sus córneas acarameladas y la luz para ella dejó de existir. 

-¡Lo siento, Clara! ¡Lo siento!- gritó de impotencia Iván, sollozando. ¿Cómo había dejado que aquello sucediera?
-Yo también lo siento- murmuró, e inmediatamente Iván sabía a qué se refería. Entendía lo que aquello era, lo que estaba sucediendo. Volvió a envolverla; si alguien era el culpable allí era él y no quería que Clara saliera más herida por su culpa.

Jamás se volvió a hablar una palabra de aquella noche. Jamás Clara pudo decir nada pues sus cuerdas vocales parecieron desfallecer a partir de ese extraño día e Iván nunca explicaría el monstruo que su propia imaginación-que él- había creado. Nunca explicaría que él era capaz de sobrepasar los límites de la irrealidad.

Jamás volvieron a escuchar el revoleteo de una alada mariposa.






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2 comentarios:

  1. ESTOY FLIPANDO.
    OSEA NO TENGO PALABRAS.
    NO ENTIENDO COMO CON PUTOS 15 AÑOS ESCRIBES ASI. DIOS MIO.

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  2. HOLITAAAAAAAAAAHHHH AKSHAKSHAKHDOSJDOSJSIS.
    Aish me encanta como escribes pero tengo sugerencias en la estructura e.e
    A veh, cuando Ivan habla foh da first taim, podrías poner la frase en una línea a parte, más que nada porque no sé si es una aclaración o diálogo, que luego se ve evidente que es diálogo pero iu nou güat ai min.
    El segundo párrafo es so confiusin' porque, vamoh a veh, enlacas frases y esas cosas tan sashis que haces (que te quedan muh bien) pero en este párrafo no lo pillo, está como liado. Claro que siempre está el hecho de que soy medio retra así que nara.

    "Empergaminados con las lenguas manchadas de tinta negra." eso sale en la peli esa que vi para un trabajo de catalán. No sé si te acordarás de que te dije que tenía que mirar "el nomvre de la rosa" y hacer un comentario y que justo la había empezado y mi madre me dijo que la teníamos en DVD. Bueno, pues por si no te acordabas, ahí te lo explico. Total, que en la peli matan a monjes y se utiliza un veneno que se pone en las páginas del libro que todos los monjes habían leído (era un libro prohibido sobre el humor. Era prohibido porque si la gente se ríe es como si se burlasen de todo, incluyendo el miedo, y si la gente no tiene miedo, no hay porque creer en Dios o en el demonio) y ese veneno dejaba el tejido epitelial negro y si se ingería, era mortal. Para pasar ls páginas, los monjes se lamen los dedos y luego pasan la página; dedos negros y lengua negra, parecido a la tinta.
    Pues que esa frase me ha recordado a eso, creo que me dijiste que también habías visto la peli(?) Sí, ahora me acuerdo e.e pues puede que lo hayas sacado de ahí(?). Meh.

    "Miles de mariposas negras se fueron desprendiendo de los cuerpos sin vida de sus hermanos." PLAGIOOOOOOOOOOO PLAGIOOOOOOOOO EHEEEEM libro de Marina a full de influyente, pero a tope. Lolaso :'). Lo digo en broma eh, se que lo de Marina es diferente pero también son mariposas negras y, si no recuerdo mal, Mijail se cubre con ellas(?). Pues eso, misma especie pero ain cortar. It's something.

    Ezo eh toh respecto al texto.

    Casi me cago de miedo. Tengo todo a oscuras, toh dios esta durmiendo y yo con solo el móvil y todo oscuro, ¿tu sabes el miedo que da leer cosas así en esta situación? Dios, que mierow. Soy de esas personas raras que se ríen de las pelis de miedo -las cago, vomo tu debes opinar- y les asustan los libros/relaros de miedo. Conclusión: escribes de puta madre. No soy fácil de asustar con textos y eso, ni con pelis o cualquier cosa.

    Pueh creo que sha. Aquí tienes micomentario, peazo cansina cojoneh. Solo me faltan dos más, wi. Los escribo maniana.
    Por cierto, si no presentas este texto en el certeman de los relatos cortos, lo presento yo a mi nombre y me quedo yo la money, por gilipoia e idiota.
    Nah, en verdad lo enviaría con tu name e.e

    Pueh nara, que tecaeme y te hablo por WA, chaitooooh :*

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