sábado, 5 de enero de 2013

Capítulo 01: ''Operación fallida''




ASDFGHJKLÑ. Mi niño, que guapo que es*-*




Narra Nicole.


Me despierto como cada mañana por los gritos de histeria provenientes de la cocina. Mi hermano Josh ya me está llamando para que baje, pero yo estoy tan cómoda envuelta entre las sábanas de franela que ni siquiera se me ha pasado por la cabeza la idea de levantarme aún.

-¡Nicole, levántate ya!- vuelve a gritar aún más fuerte.

Odio a mi hermano por las mañanas, con esa voz penetrante y ligeramente ronca de un chico de veintiún años, mientras grita como un condenado para que yo mueva el culo fuera de la cama. Sé lo que va a pasar ahora. Lleva ocurriendo esto los dieciocho años de mi existencia. Sé que cuando su paciencia se agote, subirá las escaleras de mi casa con pesadez maldiciendo que mi madre le obligue a sacarme de la cama, entrará abriendo la puerta de un portazo, irrumpirá en mi habitación y me sacará estirándome de los pelos de la cama si hace falta. Y exacto, así hace.
Josh abre la puerta de par en par, se dirige a mi ventana y sube la persiana hasta arriba dejándome cegata mientras que yo hago todo lo posible para ignorarle, y no partirme de risa.

-Venga Nicole, mamá dice que te levantes- explica mientras me mira desde el filo de la cama.
-No tengo ganas de levantarme- protesto. Mi hermano regala un suspiro al aire cerrado de mi habitación.
-Por favor, haz el favor de levantarte o te levantaré yo a la fuerza, Nicki- pide por última vez.

Niego con la cabeza mientras me apretujo más contra la almohada. Se está tan a gusto, que estar fuera es casi inconcebible.

-Por Dios, me vas a obligar a hacerlo- me advierte. Mhm, Se está tan bien... Le ignoro ya que me resulta divertido.

Vuelve a suspirar harto de mí, extiende sus brazos hacia mi cuerpo enrollado y los hinca por debajo. Me levanta con fuerza, arrastrando conmigo la sábana y dándome un susto de muerte al notar que ya no tengo cama dónde apoyarme.

-¡Ah! Para, para... ¡Bájame, Josh!- exijo con el corazón en la mano. ¡Dios santo! Quiero que me baje, ¡ya!

Mi hermano, como de costumbre, no me hace caso y sigue arrastrándome escaleras abajo mientras que yo maldigo en voz alta y exijo que me deje en el suelo. ¡Cómo no me baje, juro que lo mato!
-¡Por Dios Josh, déjame en el suelo!
-Ni hablar.
-¿Porqué? Sé caminar, ¿sabes?
-Por eso mismo- reprocha sarcástico.
-¿Es usted tonto?- utilizo una frase famosa de una serie de televisión que a Josh y a mi nos suele hacer mucha gracia, pero Josh contiene la risa. ¡Maldita sea, Josh! Sé que te hace gracia. ¡No mientas!- Sé que te hace gracia. No engañes, Josh- le recrimino entornando los ojos.
-Sí, me hace gracia. Pero eso no importa ahora- dice él.
-Cierto, lo importante es que me dejes en el suelo- le recrimino. Quiero que me deje en el suelo, ¿es tan difícil de entender?
-No, porque como has dicho antes sabes caminar y te volverás a meter en la cama- asegura. Me rio. Como me conoce...- y paso de volver a hacer el camino hasta tu habitación para volver a tener que bajar.
-Vago- me burlo.
-Gorda- me insulta.
-Yo no estoy gorda, ¡y lo sabes!- le grito. Me baja en volandas por las escaleras, pasamos por el comedor y cuando llegamos a la cocina me suelta bruscamente y caigo en el frío suelo de mármol moteado.
-Gracias, Josh- le agradezco con ironía.
-Haber bajado la primera vez que te he llamado...-me saca la lengua descaradamente.

Me levanto del suelo resignada porque el bruto de mi hermano me ha obligado a abandonar mi confortable y blanda cama. El sol dormilón de cada mañana impregna el ambiente de toda la cocina, su brillante luz baña las sartenes que relucen en respuesta y ponen un aire enigmático e interesante al comienzo de este nuevo día.
Mi madre está tan tranquila preparando el desayuno. Está haciendo tortitas con sirope de arce y café. Mhm...Café para todos. Aspiro el embriagador aroma del café. Amo ese olor desde que era pequeña. Aún recuerdo lo enfurruñada que me ponía cuando quería probarlo y mi madre no me lo permitía. Cuando por fin me dejó tomar café por primera vez fue el día que pegué más brincos en toda mi vida, y el primero en el cual bajé corriendo de mi habitación sin oponer resistencia, ni protestar y, mucho menos, sin montar una escena épica con mi hermano. Mi padre, en cambio, está sentado leyendo el periódico y moviendo rítmicamente la pierna. Siempre parece estar nervioso aunque nunca lo esté. Es algo así como un tick que, al igual que él, mi hermano y yo también tenemos.

Voy a coger el paquete de cereales de chocolate que guardamos en el armario de arriba de la encimera. Al abrir la puerta del práctico armario, Josh es más rápido y los alcanza primero.

-Lenta- como cabe esperar en su persona, se burla de mí. Lo miro con cara de asco. Si me pico, él gana. ¡Maldita sea, quiero dejarle mal! No debes picarte, no debes picarte, no debes picarte..., me repito una y otra vez. ¡Oh Dios, es imposible!

-Mira que llegas a ser crio- me pongo seria.

Sé que esto le joderá, y mucho. Me mira extrañado ya que no le he insultado ni pegado, cosa rara en mí. No sé cómo responder, y mi subconsciente empieza a saltar de alegría por dentro. Como no sabe que responder, opta por pegarme una colleja en la nuca, se sienta en la mesa y pone cara de niño bueno, de no haber roto un mísero plato en su vida.

-¡Auch!- me quejo al recibir la colleja- Nuestro hermano pequeño pega mejor.
-No tenemos hermanos pequeños. Tú eres la enana de esta casa- explica con aires de sabelotodo.
-Cierto, pero si tuviéramos uno pegaría mejor que tú- contesto mientras le pego un codazo en el hombro. Se echa a reír. Mi subconsciente empieza a bailar a ritmo de claqué. Bien, he ganado yo.

Luego, me siento y empiezo a desayunar. Vierto la leche fría en un bol, y cuando he podido quitarle la caja de cereales a mi hermano, echo una cantidad considerable en la leche. Inmediatamente, se tinta de un color marronoso por el chocolate de los cereales y empiezo a comer. Mhm, están buenísimos.

-Nicole, tengo una sorpresa para ti- anuncia mi padre al devolver su taza de café, otra vez, a la mesa.

Me ilusiono ya que no suelo escuchar mucho esa frase por mi casa y unas innumerables imágenes de cosas que me harían ilusión que me regalaran empiezan a desfilar por mi cabeza como si estuvieran en una pasarela de modelos. Pero mi mente sólo pone atención en una. Sólo en una: una preciosa cámara de fotos Nikon C576-E, uno de los últimos modelos que ha sacado la marca japonesa hace poco. Es de lo mejor que puedes encontrar en estos momentos y quiero, deseo, que sea mía. Desde que leí sobre ella en una revista de fotografía como el nuevo bombazo en cámaras profesionales, me he enamorado de ella. -Sabes que no te la va a regalar. Es demasiado cara-, me grita con resignación mi subconsciente. Arqueo una ceja fulminándola con la mirada. ¡Déjame soñar por una vez, aguafiestas!

-Eh vamos, Nicki, papá está hablando- oigo la voz de mi hermano llamándome, intentando captar mi atención, bajarme de la nube que me he montado yo sola. Vuelvo al mundo real a regañadientes. Oh, mi cámara...
-¿Qué, qué, qué?- pregunto al volver al planeta tierra.

Mi padre me mira con el ceño fruncido y arqueando una ceja. Se le forman arrugas en la frente cada vez que lo hace. Odia cuando no le hacen caso o le ignoran, como he hecho yo ahora.

-Perdón papá- me disculpo al percatarme de la situación-. ¿Qué decías?
-Sí, ehm...- duda un momento-Tengo una sorpresa, hija, y espero que te guste.
-Seguro que sí- vuelvo a pensar en mi preciosidad.
-Pues...-Cámara, cámara, cámara, cámara... Cruzo los dedos por debajo de la mesa, y deseo como nunca he deseado antes que la sorpresa sea mi hermosa cámara- hoy me acompañaras a una misión muy importante y de alto riesgo.

¡¿Qué?! ¿He oído bien? ¿Misión? ¿Acompañarle? ¿Yo? ¿Importante y de alto riesgo? Mierda. Adiós a la cámara que quería, saludos a la realidad aplastante.

Mi padre me mira como esperando mi reacción, mientras que mi hermano se ríe de mi por mi expresión; debo tener una cara bastante graciosa porque se está descojonando vivo; y mi madre me mira con compasión y un poco de pena, ella sabe que yo esperaba oír otra cosa. Oh, mamá...papá se ha vuelto loco. Yo no quiero esto. «¡Já! Ves, ya te lo advertí», me lo restriega mi subconsciente mientras se toma una taza de té con un aire burgués del siglo XX. Oh Dios, como te odio.


-¿Qué?- pregunto aún con la boca abierta. Al fin puedo, por lo menos, emitir sonido alguno.
-¡Hija!- me regaña mi padre- Te lo debes tomar con más ilusión. Es un paso muy importante en tu carrera como policía del FBI, y es una gran oportunidad de enfrentarte a una misión verdadera- sigue explicando sin ver que yo realmente estoy alucinando-. Por fin hoy estarás en frente del peligro, lo saborearas y deberás actuar...

Y bla, bla, bla, bla... mi padre sigue aquí, con el periódico a un lado de la mesa y hablando exageradamente emocionado de lo supuestamente importante que es este día para mí y mi estúpida carrera en algo que nunca me ha interesado. Yo no puedo creérmelo. ¿Esto es una sorpresa? ¿Esta es la sorpresa? Tengo ganas de coger una silla y darle en toda la cabeza. ¿Cómo se le ha podido ocurrir que esto me ilusionaría?

-Frank, cariño, ¿no crees que es muy arriesgado enviar a nuestra pequeña a esto tan importante?- llega al rescate mi madre, cautelosa. Su expresión denota, básicamente, que está preocupada por mi seguridad y bienestar.
-¡Sophie, mujer! Obviamente será arriesgado, pero eso es lo emocionante...-parece realmente que se alegra y todo de enviarme a un peligro, del cual me puede pasar cualquier cosa- Pero ella ya lleva cuatro meses de prácticas en la academia de policía, y yo he hablado personalmente con su profesor, para que le autorizara a realizar esta operación y si realmente la veía capacitada, ¿y sabéis lo que me contestó?
Mi madre pone cara de interesada para que mi padre mantenga esa emoción en su explicación. Siempre me he preguntado porque hace eso. Ella siempre anima a mi padre a hacer las cosas, aun estando mal, y siempre intenta avivar esa llama que se enciende en el corazón de mi padre por muy diminuta que sea. Y eso me pone de una mala leche...Uf, no lo sabe bien ella. ¿Cómo puede mi madre quedarse ahí parada sin hacer nada todo el tiempo? ¡Ella sabe que yo detesto el maldito sueño de ser policía como mi padre! Ese no es mi sueño, es el suyo; uno, que ha obligado a implantar en mi vida sí o sí desde que nací.

-¡Que ha nacido para ser policía! Que, oye, lo lleva en la sangre- mi padre sonríe de oreja a oreja y me mira de esa forma con la cual miran a veces los padres para decirte sin palabras que se sienten orgullosos de ti. Y encima, utiliza ese acento de campo que tanto detesto. ¿Porque se expresa así? Él nació aquí en Miami, no en Texas, Oregon o Kansas... ¡Por Dios!
-¿Tan buena es?- pregunta Josh, parece incrédulo. Pero yo sé que lo hace para picarme más ya que me ha visto innumerables veces entrenar y prepararme en la academia durante los últimos cuatro meses y sabe de sobras que soy buena; muy buena al parecer.
-¿Entonces la misión de hoy qué es? ¿Para que servirá?- pregunto al fin, temiendo la respuesta y después de varios minutos en silencio.
Me trago el orgullo. Debo tragármelo ya que no puedo decirle a mi padre la verdad sobre todo, la cruda realidad; odio ir a esa estúpida academia y no quiero ser policía sino profesora y fotógrafa. Me río entre dientes al imaginarme su reacción. Si se lo digo le provocaré un ataque cardíaco, y seguramente, nunca más me hablará. Habré herido su orgullo delante de toda mi familia y de sus compañeros de trabajo, a los cuales irrepetibles veces les ha comentado y explicado que yo, su hija Nicole, ha decidido seguir sus pasos convirtiéndose en la mejor policía que el FBI haya visto en su trayectoria.
-Es una misión de alto riesgo, como ya he dicho, y principalmente trata sobre una incursión en una reunión para arrestar a los presentes de la banda mafiosa de los McCann - responde mi padre con indiferencia.
-Espera. ¡¿Qué?!- aquí sí que me altero. ¿La banda mafiosa de los McCann?
-Nicole, obviamente irás con protección. Yo estaré ahí, Josh también estará ahí...A más te servirá para experimentar la realidad sobre nuestro trabajo, y aprender a actuar con rapidez y a entender tu instinto...-para finalizar, acaba diciendo con voz alegre y llena de emoción- ¡Son como unas actividades extras para tus prácticas! ¿No es maravilloso?

¡No! ¡No! ¡No!, es horrible papá. ¿Cómo me puedes hacer esto? ¿Se te ha ido la cabeza?

-Claro papá, está guay- contesto con la mayor sonrisa fingida que he implantado en mi cara durante toda mi vida para complacer a mi estúpido padre.

¡Perfecto! Mi atontado padre me acaba de anunciar que como extra de las prácticas en la escuela de policías, debo acompañarle en una misión secreta de alto riesgo para arrestar a los participantes del Clan McCann. ¿Qué podría salir peor?

Durante toda mi vida mi padre me ha explicado que el denominado ''Clan McCann'' es la mayor red mafiosa de toda Norte América y que el capo mayor, Jeremy McCann, reside aquí en Miami. Por lo tanto, mucha de sus intersecciones, planes y ajustes de cuentas se realizan en esta ciudad.

-¿Papá?- ya hace rato que no hablamos y mi padre ha vuelto a sumergirse en las noticias del periódico.
-¿Sí? Dime cariño- contesta pero sin levantar la mirada del papel y sin dejar de leer.
-¿Cuándo es la misión?-pregunto.
-Hoy, cariño, hoy.
-Eso ya, pero, ¿a qué hora has dicho?
-A medianoche-aclara.
-Así que, todavía...-pienso en cómo expresarme. No quiero que él se dé cuenta de que no me hace nada de gracia y de que no voy a estar al cien por cien- ¿tengo aun el día libre?
-Claro, hija, claro- contesta. Parece no tomárselo mal, y si lo hace, no da signo alguno- Pero a las ocho como más tarde te quiero aquí, porque luego iremos hacia el centro de unidades a prepararnos, ¿de acuerdo?- esta vez si levanta la vista de las noticias y me mira severo.
-A las ocho- asiento. Bueno, por lo menos sigo teniendo el día libre...

Mi padre me sonríe complacido y se enfrasca por tercera vez a leer las noticias del dichoso diario.

-¿Qué planes tienes hoy?- interviene mi madre.
-Vamos a ir las chicas, Chris, y yo al centro cívico. Hoy viene un grupo de street dance que lo peta mucho y quería tomar algunas fotos-explico.

A partir de aquí, el desayuno transcurre tranquilo, sin ninguna novedad: mi hermano y yo nos chinchamos a ratos y mis padres ríen por nuestras tonterías. Al acabar mi bol de cereales de chocolate con leche fría, me levanto, pongo el bol sucio en el lavaplatos y subo a mi habitación.

Cuando estoy en mi habitación, cojo lo primero que alcanzo en el armario y me meto en el baño. Me visto sencilla, informal, yo. Deslizo unos vaqueros claros y cortos, me pongo una camiseta negra con una bandera inglesa desgastada y unas Vans rojas.
Necesito salir de aquí, de mi casa, e irme con Cait, Tati y Chris. Olvidarme de todo. Me intento pintar la raya de abajo pero mi mano tiembla y hace que me salga de la línea correcta metiéndome el lápiz dentro del ojo, tres veces. Maldito lápiz de ojos. Maldita sorpresa. ¡Maldito padre!
Bajo las escaleras de casa, me despido brevemente de mis padres y de Josh y me dirijo a la puerta principal. Justo al cruzar por la puerta de caoba, me vibra el móvil. Deslizo el pulgar por la pantalla del Iphone 5 negro, nuevo, y desbloqueo la pantalla con agilidad.
Un WhatsApp de Tati:

''Tía, ¿cuánta te falta para llegar? Es que Cait y Chris aún no han aparecido y parezco tonta y FA esperándoos delante del cívico. Ven, ya. ‘‘

Suelto una carcajada sonora. Como no, los dormilones de Cait y Chris llegan tarde y Tati, siendo siempre puntual, ha llegado a la hora prometida. Guardo el Iphone en uno de mis bolsillos delanteros.
Me percato de algo. ¿Qué me falta? ¿Qué me estoy olvidando? ¡Ostias, la cámara! Que cabeza, de verdad...Casi se me olvida por completo. Queremos ir a ver esa actuación para que así pueda sacar algunas fotos. Jo, qué tonta.
Vuelvo a subir las escaleras, llego a mi habitación y cojo una de mis cámaras: una pequeña, bastante buena y fácil de llevar con unas cuantas lentes que hacen diferentes efectos ópticos.
Con esto tengo suficiente, seguro. Cojo mi bolso negro de tela. Lo deposito sobre mi hombro para cargar con todo.

Cuando al fin salgo de mi casa, me dirijo al centro cívico que está cerca de la zona residencial dónde vivo. Como toda buena zona residencial americana consta de calles largas y anchas, arboles altos plantados en las aceras y casas grandes con jardín delantero y trasero a los lados.
Un chico ''skater'' —gorro de tela azul celeste, camiseta roja con letras blancas que ponen Obey, pantalones de chándal grises con grandes bolsillos con estampado de cebra, cagados y estrechos de pierna abajo y Vans rojas— viene hacía mí encima de su skate.
Si le hago una foto sin que se dé cuenta quedará genial, pienso.
Decido tomarle una foto mientras hace algunos movimientos sobre el pavimento de la calle. Está absorto en su mundo, y cuando de la cámara sale el ‘‘¡click!'' que anuncia que se ha hecho la fotografía, levanta la vista y sonríe. Uhm, que sonrisa más bonita. Me guiña un ojo y, acto seguido, chulea un poco más de saber perfectamente lo que se hace con el skate.

-¡Muchas gracias!- le grito, agradeciendo que me haya dejado hacerle fotos.
Las miro en la pantalla. Dios, son geniales. Arriesgadas, con el sol matutino de fondo y toda la avenida flanqueando cada movimiento atrevido sobre ese chisme de 4 ruedas.

***

Encuentro a Tati enfrascada en lo que parece una conversación entretenida con Cait. Chris, con la mirada gacha, hace no sé qué en su Blackberry.

Después dice que no está enganchado al móvil, ¡Já! Ya sé ve, Chris, ya sé ve.

-Holiiii- saludo alargando la i.
-¡Oh, por fin!-chilla Cait, quien ha dejado de hablar al verme.
-Ya pensábamos que te había pasado algo, tía- ríe Tati.

Le doy dos besos a ambas y me acerco divertida a Chris, que sigue con el morro metido en el puñetero móvil. ¡Por Dios, déjalo ya!

-Qué, viciado, ¿no me das dos besos?- le recrimino, en broma.
-Qué, tardona, ¿no llegamos a la hora?- me contesta en el mismo tono de voz y enseñándome la pantalla de la Blackberry dónde pone la hora. Las 11:30. He llegado media hora más tarde. Bueno, tampoco es tanto, joder.
-Anda, anda. Ven, dame dos besos y calla- le echó en cara. En sus labios asoma una sonrisilla traviesa. Se levanta y me planta dos besos sonoros. Uno en cada mejilla- Sí en verdad, sé que te encantan mis besos- bromeo.
-Yo no he dicho lo contrario- me sonríe de esa forma que me cala muy adentro. Él lo sabe; sabe que muero cuando lo hace. Siento como mis mejillas se ruborizan. Amo su sonrisa. Chris me rodea los hombros con sus brazos.
-¿Qué hay, Nicki?- pregunta, distraído.
-Os tengo que contar una cosa- les explico. Oh Dios, voy a pillar una depresión. ¿Por qué me tiene que pasar a mí esto?
-Ui, ¿qué cosa?- pregunta Tati, quien ha estado ausente hasta ahora.
-Mi padre, definitivamente, es imbécil.
-¿Por?- preguntan sorprendidos los tres.

***

-Casi te retrasas- me reprocha mi padre al pasar el umbral de la puerta principal- Te dije a las ocho y has llegado por los pelos- me recuerda. ¡Por Dios! He llegado, papá- A ver si llegas con más tiempo la próxima vez.

¿Próxima vez? Oh, no. Voy a llorar...

-Sí, papá. Pero he llegado, eh- pongo cara de niña buena.
-Tienes razón. Yo sólo te lo recuerdo- ríe- Venga, debemos irnos ya.
-De acuerdo- respondemos Josh y yo.
-Nicole, Josh, tened cuidado, ¿vale?- nos advierte—suplica—mi madre con un tono preocupado a los dos mientras nos abraza y nos da un beso en la mejilla a cada uno.
-Estaremos bien, mamá- contesta Josh. Supongo que quiere hacerse el duro. Aparte, él ya está acostumbrado a las misiones.
Mi madre nos sonríe con tristeza por última vez. Nos suelta, y nos deja ir. Mi padre está esperando, apoyado en el marco de la puerta, y le asiente a mi madre, cómo si eso le tranquilizara a ella de algo. Está nerviosa, tiene miedo de que nos pase algo. Se le ve.

Subimos al coche de mi padre, un Mercedes negro metalizado, y él sin vacilar pone el motor en marcha. Miro de soslayo a mi madre, la cual está observando nuestra partida, y le sonrío. Sé que no me ha visto, pero me tranquiliza hacerlo. Estaré bien, estaré bien, estaré bien...e inconsciente cruzo los dedos.

Transcurre bastante hasta que llegamos a la otra punta de Miami dónde se supone que está localizado el centro de unidades. Al salir del coche, miro el edificio impasible. Es un edificio tan normal como otro cualquiera, de cemento oscuro y ventanas cuadradas; pero en este momento desprende un aire glacial, peligroso.

-Tranquila, ¿vale?- me dice Josh desde mi espalda.
-Josh, tengo miedo- reconozco.
-Lo sé, yo también tuve la primera vez- me abraza desde atrás y hunde su cabeza en mi pelo.

Tengo miedo. Estoy muerta de miedo.

Al entrar nos recibe todo el equipo de mi padre. Pronto nos ponemos en marcha y empezamos a hablar sobre la estrategia de entrada y como procederemos dentro. Más tarde, preparamos el armamento y el vestuario adecuado—todo negro, por supuesto—.

***

Estoy asustada, atemorizada, temblando de miedo. Nunca he hecho nada de esto, nunca he estado presente en ninguna redada ni en nada por el estilo. Voy armada hasta los huesos, pero me siento insegura. Josh me ha contado miles de veces como fue su primera misión. Fue excitante y peligrosa, pero al fin y al cabo era escuchar un relato o escena de una película de acción donde los personajes siempre salen victoriosos de todas las situaciones o batallas.
Ahora, aquí sentada sobre uno de los asientos traseros de una furgoneta negra Ford blindada, con todos estos policías altamente preparados a mi alrededor, y la inminente locura acechando...tengo miedo, mucho miedo. El aire es dificultoso para respirar, espeso   y congelado. Se me han entumecido los músculos de las piernas y no estoy segura de que vayan a responder con rapidez a los estímulos y señales que envíe mi cerebro. Esto no es como las películas de policías y ladrones. Estoy aquí con la incertidumbre de si toda esta movida será una tragedia o una batalla ganada.


Mierda. Estoy asustada. Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo. ¡Nicole, relájate coño!

Simplemente no puedo. El pulso me va a cien, noto un tembleque considerable de piernas, me sudan las manos y mi respiración más agitada no puede ser. No parezco un flan, lo soy. Soy un flan viviente, vestido todo de oscuro y con varias pistolas muy potentes y con silenciador.
¿Mataré a alguien? ¿Me matarán? ¿Saldré ilesa de esta? ¿Y si mato a alguien, cómo demonios voy a despertar mañana? ¿Podré vivir con ello si ocurriera?

El ambiente silencioso de la furgoneta blindada está sobrecargado. Todo el mundo está callado. Josh me lanza una mirada de soslayo. Estoy sentada con la mirada fija en el suelo, en mis botas de militar más concretamente, con la mirada perdida y la mente, de igual modo, en otra parte.

-Eh, enana- capta mi atención la voz ruda de mi hermano. Alzo la vista con el miedo calándome penetrante en los huesos- Tranquila, ¿vale?
Asiento.
-Estoy acojonada, Josh.
-Lo sé, pero no debes preocuparte, ¿de acuerdo?-me anima.
Con temor me atrevo a preguntar-¿Es muy peligrosa esta misión?-parezco una niña de tres años asustada.
Josh suspira, mira al suelo y luego me vuelve a mirar directo a los ojos. Se coloca delante de mí, acuna mi cara entre sus cálidas y seguras manos, y asegura- Te juro por mi vida, Nicki, que no te va a pasar nada malo, ¿entiendes? Nunca lo permitiría.
Una lagrima resbala por mi mejilla, ahora helada, y Josh, tiernamente, la seca con la yema de su pulgar. Me sonríe.

No me va a pasar nada. Tengo a Josh. Y también está mi padre. No van a permitir que me pase nada. No paro de repetirme lo mismo una y otra vez. Está todo bajo control, está todo bajo control.

***

Llegamos a un descampado perdido entre una arboleda y acto seguido bajamos de la furgoneta en orden y totalmente callados. Es una superficie plana, abandonada de la mano de Dios, solitaria, llena de tierra seca. Un bosque espeso, alto y frondoso le dificulta la vista.

-Estas son las órdenes:-explica mi padre. Está al mando de dicha operación- el punto de encuentro está localizado en un almacén abandonado que hay a un kilómetro aproximadamente. Iremos hasta allí y colocaremos posiciones. Ya saben, siguiendo el plan establecido, y cuando yo dé la señal, acorralaremos al enemigo y los arrestaremos-finaliza- ¿Todo claro?- quiere asegurarse.

Todos nosotros asentimos y mi padre me lanza una mirada orgullosa acompañada de una sonrisa sincera.

Está orgulloso de mí, y eso me contenta. Oh papá, lo que soy capaz de hacer por ti...

Caminamos por el bosque sigiloso. Nos acompaña el sonido de la noche, los búhos, las estrellas y alguna que otra rama partida ligeramente. En cuanto a nosotros, nadie percataría que nos acercamos. Ni siquiera yo creo estar andando realmente. Parece imposible hacer tan poco ruido, pero nosotros y un entrenamiento exhausto detrás de meses de preparación física, consiguen estos espectaculares resultados.

Cuando diviso delante de nosotros la oscura figura del almacén abandonado, miro nerviosa a Josh, éste me guiña un ojo y me blinda su mejor sonrisa tranquilizadora. Siempre hacen milagros sus sonrisas, de verdad.

Paramos unos segundos observando el panorama en el cual nos encontramos: el almacén está muy hecho polvo, con partes en ruinas, y muchas piedras por aquí y por allí, las vidrieras a cuadros están rotas y ya no existe pintura en sus paredes. La valla metálica que lo rodea está doblada hacia el suelo y hay partes desnudas. Todo está muy barnizado por espesa hiedra en los muros y hierbajos sobre la tierra.

Delante del almacén permanecen aparcados cinco coches negros y aparentemente de gama alta. Los cristales de éstos están tintados de negro para que no se pueda ver el interior. Hay un hombre delante de una puerta, aguardando, y pronto, se le une otro. Van con dos metralletas y vestidos, al igual que nosotros, de negro.
De pronto llegan cuatro coches más, también de gama alta, uno de ellos con una insignia de un leopardo de oro. Aparcan justo al lado de los otros cinco y bajan los ocupantes de los vehículos.
Del primer automóvil, sale una figura de una metro setenta y tres. Delgado, pero fuerte. Va enfundado en unos pantalones negros, una chupa de cuero, lleva una cadena de oro, un pañuelo sobre la frente dejando su pelo rubio caramelizado alborotado y unas gafas Rayban. Camisa negra, que inmediatamente después de salir del coche, se alza con un movimiento rápido la parte superior del cuello de la camisa dejando las solapas hacia arriba y rozándole el cuello.
Camina rápido y observando a los lados, atento. Atrás suyo, se juntan dos tipos de su misma estatura, quizás un poco más altos. Uno de ellos parece más hombre, más robusto de figura, el otro más o menos del mismo patrón que el primero. También van vestidos de negro y llevan gafas. Están casi más atentos que el que va primero.
Salen todos los ocupantes rezagados de los coches.

-¡Maldición! Jeremy McCann no va a asistir, por lo que veo- comenta mi padre por el pinganillo.
-¿Qué?-aborda otro policía, el cual no puedo identificar pese a oír perfectamente su voz.
-Entonces, ¿qué hacemos sargento? ¿Abandonamos la operación o precedimos?- pregunta una voz femenina.
Merilyn Standfords, seguro. Es una mujer robusta, de cuerpo ancho y musculado. A veces, depende de cómo se posiciona te recuerda a un hombre. Muy simpática, aunque a veces da la sensación de ser muy firme y calculadora. Está casada con otro policía de la unidad, Dreg: un hombre alto, musculoso y espectacularmente atractivo. Rubio con ojos azules, sin barba, y la persona más divertida y entrañable que jamás he tenido la oportunidad de conocer.
Me gusta la pareja que forman. Juntos, se ven tan tiernos que, sin quererlo, te quedas embobada observándolos.

-No, procedemos aunque no esté Jeremy. Justin también es una buena opción de captura. Si está aquí, y su padre no está con él, significa que está adquiriendo poder en el clan McCann y que pronto será su mayor, obteniendo el puesto de su padre. Es peligroso y una buena opción- asegura.

Mi padre está seguro que esta operación será totalmente un éxito. Arrestaremos a Justin, el hijo de Jeremy, y con eso desmantelaríamos ciertas tramas con su testimonio. Dudo que quiera hablar, pero entonces, llegarán las torturas tanto psicológicas como físicas para que hable. Josh me explico en cierta ocasión que están prohibidas en todos los estados menos para el FBI, las fuerzas secretas y, en extraños casos, si un juez determina que es altamente necesario.

Así que, guiados por las órdenes de mi padre y por el elaborado plan, nos colocamos sobre el tejado y alrededor del almacén sin ser vistos ni oídos por nada ni nadie. Yo permanezco en el tejado, con mi padre y Josh al lado, pistola en mano y observando detenidamente que carajos pasa dentro. La visión es dificultosa ya que no hay mucha  luz en el interior con la que apenas vemos las personas que hay. Miro cerrando un poco los ojos para fijar la vista y poder contemplar lo que sucede. El chico que había sido el primero en salir de los coches, está hablando con un señor gordinflón y de aspecto cubano.
Pongo atención y puedo oír que dicen, de que hablan.

-Este no era el trato, González- dice con voz cabreada el chico del pelo tostado y alborotado.
Que guapo..., pienso. ¿Qué coño haces, Nicole? Quita esa idea de la cabeza. ¡Ya! Es un delincuente, una mala persona. No te puede parecer atractivo ni de lejos. ¡Burra!

Pero lo cierto es que lo es...y mucho.

Me froto los ojos. ¿Qué demonios estoy pensando? Es el hijo de Jeremy. Seguro que ha matado a gente y está fuera de la ley en todos los aspectos. Nunca debería haber pensado   que es guapo aunque claramente lo sea. Es realmente atractivo aun con poca luz. ¿Cómo sería con una luz buena? Un buen modelo. Perfecto, en realidad. Como molaría tomarle una fotografía. ¡No tengo remedio! Como siempre yo pensando en hacerle fotos a todo.

Me vuelvo a concentrar en poner mis cinco sentidos en mi alrededor y, básicamente, a la charla que están manteniendo ese chico y el hombre cubano, González.

-Cierto. Pero es obvio que han cambiado, bitongo-le amenaza. ''Bitongo''. Es un calificativo cubano que significa que es un niño de papá y asustadizo que se esconde en las faldas de su madre.

El chico endurece la mirada y aprieta la mandíbula y el puño. Claramente han herido su orgullo. Supongo que, obviamente, no está de acuerdo con el comentario del cubano.


-Mi padre pactó unos términos y yo estoy aquí para asegurarme de que los cumples-sentencia.
-También es cierto. Yo pacté con tu padre muchas cosas- recalca las palabras: tu padre-. Pero él no está aquí, y como no está, yo no te debo nada a ti.
-Lo que le debes a mi padre también me lo debes a mí.
-En todo caso, dile al señor McCann que si no se presenta él, no cumpliré mi parte del trato-le escupe todo esto en su cara y se gira para irse- y que no vuelva a enviar al bitongo de su hijo.
-Eh,- capta su atención y el cubano se gira a atenderle- olvidas quien soy y que no dudaré en matarte.
El chico le apunta con una Glock con silenciador de última generación. Como un auto-reflejo, con una coordinación impresionante, los secuaces del clan McCann desenfundan sus armas apuntando sin parpadear a todos los hombres de González. El cubano duda durante unos segundos al darse cuenta de la situación. Piensa, supongo, si arriesgarse a que los maten o aceptar cerrando el trato.

Suspira, tenso.
-De acuerdo McCann. Ahora te doy lo pactado con tu padre- sonríe malicioso-. Esto no debe acabar en un malentendido- Justin no contesta nada-. ¡Martínez, el maletín!

Un hombre detrás suyo le tiende el maletín negro. Lo pone en la mesa que está situada en frente de ellos. Justin le señala con la cabeza a uno de sus hombres para que mire el contenido de dicho maletín. De inmediato, uno de los chicos que siempre permanecen en su retaguardia, el más robusto, se acerca al maletín tendido sobre la mesa. Lo abre y mira con detenimiento el contenido de éste: más de vente fajos de billetes y un pequeño ordenador.

-Cuenta el dinero- ordena Justin al otro chico.
-Relaja, ambia. Están todos los verdes acordados- comenta González receloso.
-No esperaba menos- le fulmina con la mirada. Hay un desdén de prepotencia en el sonido de su voz.

Mantiene la vista fija en González, apuntándole con la pistola y sonriendo victorioso, mientras el secuaz cuenta el dinero y toquetea el portátil.

-Todo en orden, Justin- dice el chico de espalda ancha al acabar- Pero tiene contraseña.
-La contraseña- exige rudo al hablar.
-a78924bb9-deletrea González haciendo memoria.

Asiente. El otro chico teclea la contraseña y al ver que el ordenador la acepta, vuelve a cerrarlo rápido sin permitirnos ver el contenido siquiera.

-Puerto de Miami, a medianoche- anuncia.

No entiendo a que se refieren. ¿Será el siguiente punto de encuentro? Debo recordarlo.

González asiente.

-Ha sido un placer hacer negocios con usted- dice el chico, asintiendo, sonriendo y agarrando con fuerza el maletín mientras que hace ademán de irse.

-Se largan, ¡ahora!-oigo la señal de mi padre por el pinganillo y procedimos.

Los que estamos colocados en el tejado entramos por las vidrieras de los lados o por los huecos en el techo. Los demás, entran por las diversas entradas y agujeros del edificio.

Una retahíla de preguntas sin respuestas, gritos y maldiciones se oyen por toda la sala.
-¡¿Qué coño?!
-¡Hijos de puta!
-¡Huevones!
-¿Quién cojones les ha dicho algo?

Al ver lo que pasa empiezan a disparar como locos hacia nosotros. Todo el FBI, ya preparado para lo que sea, empezamos a disparar. No sé si doy a alguien pero algo en mi interior no quiere que sea así. ¡Son delincuentes, Nicole! ¡Dispara y mata! ¡Ya!
Una nube de balas, hollín, ruidos de metralletas y gritos se amontonan a mí alrededor. Al descender por la cuerda metálica, cierro los ojos. Acto estúpido, por supuesto. Pero lo hago. Sigo teniendo miedo. La adrenalina me corre por las venas a borbotones y, quizás, a no ser por eso ya me hubiera desmayado.
Al abrirlos, me encuentro en medio de una batalla naval. Balas por todas partes, personas en el suelo tendidas y muertas, chillidos por parte de mis compañeros y por los opuestos. Una locura.
Disparo a dos personas al lado mío. Con mi mala suerte cogida de mi mano, me sitúo en frente del loco de ese chico. Le quiero disparar, pero alguien me agarra por detrás y me pone un cuchillo en el cuello. Espera a que ese chico me dispare, pero no lo hace. Mi corta vida de dieciocho años pasa con la rapidez de la luz en frente de mis ojos: mi segundo cumpleaños, las vacaciones en el lago Saint Mary en Montana, el viaje a Paris y Londres, las interminables tardes con mis amigos, los momentos vividos con Jayce —mi último novio— y mucho más con mi familia, sobre todo con Josh.

Me mira en un momento de confusión y sin saber por qué, un estallido atrás mío hace que todo vuele por los aires. Caigo al suelo despedida por la explosión. Algo ha ido mal. Esto no estaba planeado. No había ninguna bomba en el plan de intrusión. ¿Qué ha pasado? ¿Mi padre y Josh están bien?


No pasan varios minutos cuando soy capaz de abrir los ojos. Me encuentro tendida en el suelo, con los oídos inhabilitados produciendo un pitido irritante y con todo el cuerpo malherido.
Es mi fin, lo intuyo. No puedo moverme. Mis músculos están entumecidos, mi cuello me duele y mi pierna también. Noto que estoy sangrando fuerte.

Mierda. Debo moverme o me acabarán de rematar. ¡Maldita sea! ¿Qué coño está pasando? ¡Debo salir de aquí!

Mi cuerpo no responde. Me estoy desesperando. Me esfuerzo para que mi cerebro, pese el dolor creciente en mi cabeza y en las cervicales, envié una señal clara al resto de mi cuerpo para que me levante y me largue de aquí. Pero no puedo. No soy capaz. ¡Muévete, Nicole! Por favor, debes moverte... Siento impotencia, rabia y miedo. Aun siento mucho miedo. Creo que eso es lo que me entumece. No estoy segura. Necesito moverme, maldita sea. Miro al frente. Veo al mismo chico tendido a unos cuantos metros por delante de mí. Se incorpora y quiere levantarse pero...

¡Bomba! Otra explosión justo a nuestro lado.

Me impacta tanto que me aturde de tal manera que caigo inconsciente en segundos. Me abandono a mí misma a mi suerte. Una suerte, que seguro que no llegará. Todo ha resultado una operación fallida. ¿Moriré? ¿Es mi fin? Voy a morir. Estoy segura.

Siento sueño. Mucho sueño y un frío húmedo y helador recorren todo mi cuerpo.

Después, silencio...




*****************************************************************

Holiiii e.e Me presento, me llamo Marina. Soy de Barcelona, no capital sino de un pueblo  de los alrededores y siempre me ha gustado escribir. Siempre he escrito historietas, y sólo una vez hace tiempo me digne a colgar. A la gente le gustó lo que hacía y me ha dado otra vez por escribir en Blog, no sé cosas de la vida. Bueno, aquí os dejo el primer capítulo y, de verdad, espero que os guste. Porfi, parece muuuuy difícil pero comentad si os gusta o si no, si os parece una tontería o está bien, porque a mi me ayuda a mejorar y a tomarme las cosas más en serio, o depende. Bah, ya me entendéis. Las que leáis, ¿podrías seguir el Blog? Se puede con Twitter si no tenéis cuenta Google, sólo tenéis que darle al botón ese azul que pone ''¿Quieres ser miembro?'' o algo así. Está al lado del contador de visitas, jé.

Venga, os dejo ya. Espero que os guste este capítulo, y los que vienen e.e Adiós:3

Twitter: @LoveMyDougie
Facebook: Marina de la Cruz.

2 comentarios:

  1. asdfghjjjklllllllllllllllllllkkkkkkjjjjjjjjhhhhhhggggfdsasdfghjkl me enamore de esta novela desde el momento que leí la sinopsis pero no comente, esto me va a matar... SIGUIENTE CAPITULO AHORA>>>> estoy esperando... mi nombre es Cookie, bueno no, pero odio mi noombre asi que todos me dicen cookie, un beso grande. chaoo.

    ResponderEliminar

Venga, comenta. No muerdo y me ayuda a mejorar día a día. Es gratis.